

Busqué un hotel con calefacción, caro para Bolivia, pero confortable para mi. Odio pasar frío en interiores, y en el Altiplano entres donde entres no calientan, no se quitan la prendas de abrigo, compras un tour con chamarra, ellos también; quieres un café y te lo sirven humeante y casi con guantes… cenas con la chupa puesta. Y no lo entiendo – y no es por una cuestión de pasta, en Bolivia el gas es baratísimo, lo producen– es un problema de mentalidad, de no cambiar, de ¡como siempre hemos estado así, para que cambiar! Un negocio que genera plata debe poder dar calor ¡por favor!

Era casi mi único objetivo allí, visitar ese colosal termitero repleto de agujeros, bocaminas, ver de primera mano ese lado de la historia negra del colonialismo español. Me disfracé de minero occidental, allí visten todavía peor y me introduje, na poca cosa, 5 niveles, y a pesar de no ser claustrofóbico me emparanoié con lo del oxígeno, porque cada vez que hacía un pequeño esfuerzo notaba la falta de aire, así que estuvo bien no bajar más, donde las temperaturas llegan a 45 grados y no sé si llega el aire.
La minería allí practicada es antidiluviana, a pelo, sin casi maquinaria, hombres mal perpetrados y mujeres que buscan entre las piedras los restos. Hoy, apenas hay plata, se busca estaño y zinc. La coca y el alcohol etílico de 96 grados, repito, 96 grados, son parte de la dieta diaria. Muy triste

Llegó a haber 36, hoy muchas menos. Algunas son magníficas y su labrado de la piedra espectacular. Se pueden dividir en dos tipos las que miran al Cerro, para blancos y gentes pudientes y las que dan la espalda al Cerro, reservada para los indígenas, dado que estos tenían prohibida la entrada a las de los conquistadores. Están todos, los franciscanos, lo jesuitas. lo dominicos, las agustinas… Todos. Al olor de la pasta, lo de salvar almas les importaba un huevo, la cosa era pillar tajada. Es así, para que engañarnos.



Así venía a decirlo el alcalde, fue el acto de entrega de las nuevas vagonetas policiales. La última vez fue allá por los 90 y ya era hora. El discurso, plagado de datos económicos, de gastos y de los grandes valores de las fuerzas de orden. Tal acontecimiento atrajo a todas las fuerzas vivas de la ciudad, concejo, autoridades militares y eclesiásticas e incluso a la banda de la policía. Fue una inauguración sencilla.
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