martes, 12 de junio de 2007

El Gran Cañón del Colorado y otras historias

Los parias viajan en autobús
Llegué a Flagstaff a la hora prevista. Un viaje lento, como siempre, y con paradas que como europeo no entiendo en un país como éste, sí que lo haría en México o Colombia. Nada más salir quince minutos, a las dos horas, treinta. Casi todo el trayecto es pedregoso, tierra desgarrada y abrasada por el sol. Pocas poblaciones, tráfico moderado a intenso por unas autopistas enormes, anchas, largas, con rectas interminables. Estoy en la ruta 66, estoy con "Las uvas de la ira", Steinberg, estoy en un autobús de Greyhound, estoy con los parias de estas tierras. Han pasado 75 años de la gran emigración, pero tengo la sensación de entender aquello, de vivirlo en propia carne. Madres solas con niños, blancos cuarentones desnutridos y alcohólicos, un par de afroamericanos con sombrero texano y botas camperas de punta, el mismo vestuario que sus antiguos represores; un par de guiris y yo. No hay latinos, estos no viajan. En la sociedad americana él que viaja en autobús es él que no tiene nada, no tiene coche, no puede pagarse un avión y, en fin, no le da para el tren. El viajero de tren y de carretera son diferentes, es una cuestión de clase. Ahora entiendo por qué es tan mala la calidad de estos, su poco espacio, la falta de agarraderas, la ausencia de bolsas en los asientos para meter una botella de agua o un libro. Nada, no llevan nada que te pueda hacer sentir cómodo. Para qué, sólo viajan los parias.

Tengo una cita en Flagstaff
Según nos vamos acercando a mi destino el paisaje va cambiando, hemos ascendido, aparecen los primeros pinos, algún álamo, tan bellos con su corteza blanca. Es un paisaje amable, próspero, de presierra. Este población univesitaria es joven y alegre. Muchas cervecerías y mucha vida en la calle y excepcionalmente tiene una mini calle peatonal. Flagstaff es pequeña, es un punto en el camino, un cruce, una parada de tren. Este medio de locomoción le permitió sobrevivir. Nadie me espera en la estación. Taxi, 5$, remarcados con los dedos abiertos de una mano. Motel convertido en albergue. En recepción está ella, mi cita. En un principio nos íbamos a encontrar en México, pero EH cambió de opinión y prefirió esperarme en Flagstaff. Un beso, un abrazo. Dejo mi equipaje en mi parte de habitación y nos vamos a tomar una cerveza antes de ir a cenar a un thailandés. Charlamos, nos contamos nuestras últimas experiencias y quedamos en encontrarnos de nuevo en Chihuahua, ya conoce el cañón y lleva cinco días allí. A la mañana siguiente sale para Tucson mientras yo voy para el Gran Cañón. Mi encargo es reservar una habitación con dos camas.

6 millones de años, día a día, gota a gota, escarbando la tierra
Todos hemos oído hablar de este cañón, miles de veces hemos visto sus imágenes, recientemente hemos asistido a la polémica por una gran superficie construida en un tramo del cañón que se adentra en él para que los visitantes tengan una visión más vertical. Si alguien os comenta alguna vez que ha estado aquí preguntadle dónde exactamente porque esto es inmenso hay más de 100 km de cañón y esa plataforma a la que antes me refiero se encuentra a 4 horas en coche de donde he estado yo, que también he visto el cañón. Si recordáis le idea de la plastilina (Yosemite) quizá aquí habría que hacer lo mismo pero con un cuchillo y con cortes trasversales y de una gran profundidad –hasta un km y medio en algunos puntos– es decir que te pones a mira hacia abajo y no encuentras nada hasta la distancia antes indicada. Bestial. Yo he visto ya varios cañones en mi vida, pero lo que a este lo hace especial son sus dimensiones, la altura, la longitud, el ancho, el desgarro de la tierra. Todo. Es desproporcionado. El hecho de que un río y sus afluentes hayan estado 6 millones de años, día a día horadando la piedra, convirtiéndola en arena, destrozando sus bases para que las capas superiores caigan un día como un castillo de naipes, hace de esta obra de arte de la naturaleza que sea colosal.

Michael, una sonrisa ante los ignorantes
Celebró su 34 cumpleaños con nosotros, con 2 japonesas, una coreana, una inglesa y conmigo. Y lleva 4 festejándolo en el Colorado, desde que abandonó su Pensilvania natal y su profesión de informático, para mostrar a los visitantes los secretos de estos pasajes. Ya en el coche me gustó, su Ipod conectado a los altavoces de la furgoneta: Talking Heads, Neil Young, The Strokes. Que más puedo pedir, para tener un viaje de placer. Este tío sabe lo que pone. Confío en él. Pocos guías he visto yo que disfruten tanto con su trabajo, que sean capaces de mantener una maravillosa sonrisa ante esa pandilla de ignorantes que somos muchas veces los turistas. Y de ponerle entusiasmo repitiendo día a día, semana tras semana el mismo discurso. Pero Michael disfruta, se le nota, o es un gran profesional y lo disimula muy bien. Sabe moverse entre la rocas, salta, anda, conoce rincones, aconseja, habla tanto de geología, como de las plantas, como de los indios que hace cientos de años han vivido esas tierras y encima sabe contar historias. Hasta yo, que no sé inglés, le entendía. Grandioso. Habla de los enebros, de la yuca como de una diosa, de sus raíces, de sus hojas, como alimento, como fibra para confeccionar ropa, cuerdas, alpargatas. Nos habla de los pinos ponderosa y de sus piñas y de para qué las utilizamos. Su discurso es fácil, sencillo y con sus manos los borda. No es italiano, pero sus gestos no paran de expresar, de destripar la evolución geológica de todo este conjunto. Gracias Michael.

Los Navajos
El guía también nos llevó a otro punto de observación que no consta en los mapas al uso y que además sirve de punto de venta a productos de artesanía navaja. Deprimente, desolador. Por su calidad, por sus motivos, por su puesta en escena. Era sencillamente triste. Michael nos pidió que no les hiciésemos fotos. No les gusta. Sus rostros tienen algo en común con los indios que se ve de México, las mayores diferencias a grosso modo, son su estatura, los navajos parecen más altos, y su conocida coleta en los hombres. Pasamos por su reserva y me recordaba a los campamentos de refugiados saharauis, pero con Pick-ups; por lo triste, desvencijado, falta de cohexión social, no eran poblados con viviendas sino un serie de casas desperdigadas que teóricamente deberían formar un conjunto. Más tarde paseando por Flagstaff los volví a ver: alcoholizados, en camilla de ambulancia. Pensé inmediatamente en Inuvik y los Inuts. Siempre la misma historia, siempre la misma mierda.

Termino de escribir esta crónica ya desde Chihuahua, Norte e México. Aquí en principio los hoteles, baratos, no tienen internet. No sé cómo lo voy a hacer. No me gustaría perder el ritmo. Lo disfruto y lo voy a echar de menos, pero creo que va a ser difícil mantenerlo. Sí, que hay internet en algunos locales, pero toda la información, fotos y textos los tengo almacenados en mi máquina. Además, la continua conexión que tenía en EEUU me servía para comprobar datos, buscar información supletoria y para lo que sirve la red: la gran biblioteca mundial. Como ahora viajo acompañado quiero proponer buscar sólo hoteles donde pueda conectarme. Seguiré informando.

10 comentarios:

Glo dijo...

Estimado autor:

Llevo varios días entrando en tu blog, aunque hasta hoy no me he animado a dejar un comentario.

Parece que vas a darte la pechada de recorrer los DOS continentes (Norteamérica y Sudamérica) que por razones políticas se han tratado como uno solo (porque los istmos, si no recuerdo mal, separan).

Con lo de viajar me ocurre que lo hice en suficiente medida cuando estudiaba, de manera que quedé vacunado de esa necesidad. Ahora me horrorizaría "aparcar" mi vida ordinaria durante nada menos que un año... Además mi trabajo consiste en viajes locales, que me proporcionan una cantidad suficiente de estímulos.

Es suficiente por hoy. Otro día más.

Un saludo y buen viaje.

Anónimo dijo...

Son pocas las ocasiones en las que el trabajo y otras obligaciones propias del mundo desarrollado me han permitido acompañarte en tu viaje mientras leo tus notas.
Me hubiera conformado con intentar vivir la panamericana desde el otro lado del oceano a traves de ese milagro llamado internet pero has conseguido que oiga los crujidos que emite la chatarra del autobus a Flagstaff, que me contagie del entusiasmo de Michael al mostrar su Cañon o que sienta tu respiración jadeante al intentar ir más deprisa (ojala pudieras, las chanclas te lo impiden, a quien se le ocurre) por esa calle de Las Vegas atestada de jovenes negros, mendigos y borrachos. Yo tambien miró al frente, con paso firme, para que no se me note el miedo mientras avanzo a tu lado.

Anónimo dijo...

ola jorge!Por lo que veo,todo sigue igual de bien!XD Yo ahora empiezo con los examenes finales a fondo!:( HOrrible, sin lugar a dudas. Siguelo pasando igual de bien!Besos Ada!

Anónimo dijo...

Hola Jorge que tal por mejico . yo hoy 13-6-2007 he tenido las pruebas de nivel y me han ido bastante bien ,tengo ganas ya de verte aunque falta mucho.Han castrado a mi caballo y este verano voy a Bretaña con mi madre y Asturias con mi padre.

Anónimo dijo...

El anterior comentario era mio besos .Lula

Jorge Bonilla dijo...

Hola Glo, llevo viajando toda la vida, me volví adicto a los 12 años y desde entonces no he dejado de alimentarme. A mi al revés que a ti me horrorizaba mi vida ordinaria. Poe eso estoy aquí. Un abrazo.

Jorge Bonilla dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge Bonilla dijo...

Hola Ada, Hola Lula, veo que vuestro padre ha hablado con vosotras. Espero que tengáis mucho éxito con los exámenes, que depende de gran manera de vuestro propio esfuerzo. Un beso muy fuerte. Os quiero.

Anónimo dijo...

hey burgales como va todo?... todo esto tiene una pinta excelente animo y sigue descubriendo mundos y diversidad social. desde sanchinarro. del foro

Camila dijo...

Me atrae mucho los relatos que me cuentan acerca de sus viajes, me hace revivir viajes que he hecho en el pasado. Siempre con mi mochila en mano, pude recorrer distintos países de todo el mundo. Hoy en día como una tiene familia resulto mas difícil hacer esa clase de viajes, sin embargo uno puede seguir disfrutando de vacaciones con sus afectos, en este caso desde los hoteles en salta puede ver las maravillas de la ciudad