viernes, 28 de septiembre de 2007

Corn Island. Reggae Palace, una noche golfa

Una noche inolvidable, de las que dejan huella. El sueño de todo hombre: mujeres rozándose contra la entrepierna, sin complejos, sin miramientos. Nunca he vivido nada parecido. Invité a unas 20 o 30 cervezas, no más de 20 euros. De risa. No hay fotos, no hay documento gráfico, ni del local ni de la noche. Todo está en mi memoria. Espero que lo entendáis. Si venís no traigáis material, aquí hay de todo. Sexo, drogas y rock and ritmo. Bestial.

La noche se calienta. Jéssica
Salí a cenar, vi a una belleza que perdí de vista, conocí a uno de León, nica, estudiante, con el cual compartí otras jornadas: yo tenía plata, él no. aunque no abusó, me introdujo en la noche cornislandesa y me salvó de algún marrón. Tomando una cerveza se acercó Jéssica, negra, grande, tras unos minutos de conversación me pide 50 pesos (2 euros) para cenar, me regaló en beso en los morros. Desapareció y volvió. Propuso ir a bailar, el leones y yo ya lo teníamos previsto. Se adelantó mientras acabábamos nuestras bebidas.

Reggae Palace
Una nave, oscura, muy oscura, al fondo la barra, a los lados la sillas y mesas, en el centro la pista. Larga, enorme. Llena. A reventar de negrocaribeños. Música: reggaeton, reggae, ritmos caribeños y garífunos y el son del socarrón… ¡por favor, lo bailé cuatro veces! No recuerdo ningún chele (extranjero). Allí todos bailaban con todos, no había restricciones salvo alguna pareja que no era molestada por moscones como yo.

Jessica, ¡cerveza para todos!
Ya esperaba en la puerta, aunque no pagaba entrada quería asegurarse la bebida, y cómo, no paraba de beber. Les invité a ella, a su amiga, al amigo, al leonés. Me fui animando, me tome un par y mi cuerpo me pedía baile. Arranqué, al leones le pedí mota y como siempre, tarda, que si un amigo de un amigo puede que tenga… Empecé a moverme, solo, a mi aire, como un puto guiri. Me daba igual. El leonés consiguió algo, pero él no fue el receptor, Jessica lo fue. Movida. Me lo fumé en una hoja de cuaderno, repugnante, pero me dio el toquecito ese… que sólo conocemos los porreros. Jessica quería más birras, para ella, otra amiga y un nuevo amigo. Le dije que sólo a ella. Aceptó. Con ella no bailé.

Marina, una belleza de cuatro razas
China, negra, italiana y española. Vuelta a la pista, sin J, no me interesaba, le pedí baile a una belleza muy solicitada, Marina. Jessica se encabronó, se acercó y me ofreció más mota, le dije que no, que largo, que ya estaba cansado de ella. No le gustó. Seguí bailando, ya chorreaba. Marina aceptó, se restregó, movía su trasero a mi placer. Se giraba y entornaba sus piernas junto a las mias. Se agachaba, yo lo intentaba, pero eehh, el cuerpo se resentía. Bailó con otros, hacía lo mismo. A lo largo de la noche estuve varias veces con ella hasta que desapareció con uno… Quedé al día siguiente con ella pero me dormí. La volvería a ver dos días más tarde.

Shi Shi, o como se llamase
Mulata. Vestida de Harlem años 70. La reina de la pista, ninguna mujer se contorneaba como ella, la alabé, era puro ritmo, ¡qué movimiento de caderas! ¡Qué caderas! Qué cuerpo, que figura. Los brazos, el cuello: nacida para bailar. Todos los hombres y muchachos la querían, yo también, me concedió dos, el tercero no se lo pedí, me iba a decir que no, soy un jodido chele que baila fatal, no se hacer lo que ellos logran, y ella buscaba un hombre que supiese acompañar su sabrosura. Dos días más tarde la vi de día y la reconocí, era la líder de un grupo de baile juvenil.

La gringa
o eso afirmaba ella, pedo, muy pedo, enorme, con una grandes tetas que le llegaban hasta el ombligo. Bailar, bailar, no bailaba, se movía lo que le permitía el alcohol en sus venas, de frente me estrujaba contra su pecho, de espaldas me ofrecía su trasero. Me pidió baile tres veces, dos le acepté, a la tercera ya pasé. Pesaba mucho.

Un polvo sobre la hierba
Al leonés le perdí de vista. Volvió al rato. Había salido a follar con una que acababa de conocer, una de las amigas de Jessica. Le envidié, he sabido hacerlo. Me invitó a tomar algo, yo ya sólo bebía agua, no me quería poner pedo. "Jorge, me dice un pedrero (adicto al crack) que J. te ha robado 500 pesos." Se equivoca, le respondí, aunque estaba piripi tenía un buen control de mis finanzas. El pedrero quería ver donde guardaba la pasta.

Alondra, perdón, un buitre
Mientras me movía se acercó y se pegó a mi, quería bailar conmigo, acepté, se restregó, unió su sudor al mío, me pidió una cerveza, otro baile, otra cerveza, esta vez más cara, otro baile. Cuidado con ella, me advirtió el leonés. No me soltaba, me preguntó si podía quedarse conmigo, por qué no. Otra cerveza. ¿Qué me vas a dar a cambio? le pregunté, movió sus manos y las deslizó, marcando su figura, suavemente desde sus pechos hasta su cadera mientras me decía "mi cuerpo". Me reí, seguí bailando. Otra cerveza. Me senté, ella bailaba para mi, se agachaba, me rozaba el nabo con su trasero y me daba algún piquito. Otra cerveza, le di la plata y me engaño con la vuelta. Le dije adiós. Era una crakera, pedrera que les llaman aquí. Al rato ya bailaba con otro.

Baile con otras cuyo nombre no recuerdo, rechacé algunos tocamientos que me hacían mientras estaba solo o acompañado. O no me gustaban o estaba demasiado cansado. Otras me rechazaron. No bebí mucho, cinco cervezas, agua por un tubo, eran las 4 de la mañana cuando agarré un taxi que me llevó al hotel. Solo, el amor por mi Negra estaba demasiado cerca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

soy de reacciones algo lentas, y muchos "posts" después me pregunto, que cuando en tus relatos con los mískitos hablas de yang taitiki y de yang palpulta y etc.: ¿ese "yang" es una adaptación del inglés, de "jóven"? ¿O es, como leí en otra parte, el "yo" en mískito que se escribe "jang".?
Y por otra parte, años después, caigo en que aquella película con Harrison Ford construyendo una fábrica de hielo en la selva, llamado Mosquito Coast (o algo así) está justamente ambientado allí. Porque Mosquito Coast no viene de los mosquitos, sino de los mískitos ... ¡hay que ver que ignorancia!
Pues, definitivamente, en mískito coast más vale construir otras cosas, Harrison.

Jorge Bonilla dijo...

Te explico: Pulpul es mariposa, pero mi mariposa es yang pulpulki. Siempre que utilices el pronombre posesivo "mi" empieza en miskito con "yang" y el sustantivo acaba con "ki". Efectivamente Harrison estuvo en Costa Mosquitos, que viene de la Mosquitia, tierra de los miskitos, y no de mosquito.