



Existe; en los altos de estas mesetas con mil quinientos años de vida. Las más antiguas del mundo. Nacieron antes que la vida. Desde ese privilegio se alzan insultantes entre ríos y llanuras desafiando a todas las fuerzas de la naturaleza. No pueden con ellas. Tepuy, montañas sagradas donde residen los dioses, los malos. Desde donde vigilan cada acto de los pemones, los indios moradores de los valles. El peor, el Auyan, el diablo. Auyantepui, la montaña del diablo. 700 km2 recogiendo agua y vomitándola por sus laderas, como un cuerpo tumbado, rajado por muchos lados que no para de derramar sangre. Así es. Cubierto de una niebla inquietante, impenetrable. Aislado, con paredes de infarto. Conan Doyle no se equivocó, la flora y la fauna son únicas: no pueden comunicarse, mil metros de altura les separan del mundo.

Cuesta llegar, son horas, por tierra en furgoneta hasta Paragua, de allí en avioneta hasta Canaima. Desde la laguna en canao (canoa) y sendero hasta el primer campamento. Baño bajo una cascada. Somos siete, dos parejas hispano venezolanas, Chantal, francesa, M y yo. Buena convivencia, pernoctación en hamacas. Este es sólo el arranque, porque al día siguiente




Ambos pertenecientes a la etnia pemón. El capitán, 12 años de experiencia al timón y cinco en la proa, hay que aprender el camino, las señales, sentir el agua, conocer las pozas, estudiar los rápidos, cada piedra, cada giro. Magistral. Frío, inamovible, no hubo forma de sacarle una sonrisa, maestro de las corrientes, le felicitaba, no movía un músculo. Toc, piedra en pemón, el guía, tímido y alegre, su español no parece fluido, gesticula en demasía, delata su nerviosismo. Incómodo. Parco en palabras, había que sacárselas, sabía más de lo que contaba. Con los suyos, en su lengua, era otro, jovial, alegre, sonreía con naturalidad, me gustaba más. Me vaciló, cuando pregunté como se escribe cambur (plátano en venezolano), con sonrisa sarcástica dijo "¡¿qué cómo se escribe cambur…?!". Buen tipo.

Desembarco, ante la gran montaña del diablo. Los ojos no la abarcan. Es una mole. Zona boscosa, apenas se ve el cielo, silencio, de nuevo el silencio, inquietante, en los bosques siempre hay sonidos. Aquí no. Nuestros pasos entre piedras y raíces, ligeros, hora y media de ascensión, de sudor. Toc, el primero, sin esfuerzo, lo hace tres veces a la semana. Es su pan. Al final el chorro más largo del mundo, entre niebla, nubes, vienen y van, suben y bajan. Hasta el Kerepakupai-merú («caída de agua hasta el sitio más profundo») en pemón, el Salto del Ángel para el resto de los humanos. Recompensa: un baño en sus aguas, frías no aptas para mi, M, como pez en el agua.
Un par de consejos
Id en nuestro verano, su invierno, cuando llueve, cuando el diablo escupe mayor cantidad de agua, cuando los ríos bajan crecidos.
Os aconsejo para el tour, Adrenaline expeditions, preguntad por Luis Guillermo, un colombino encantador. Llevad siempre repelente
1 comentario:
Los pemones de la Gran Sabana llaman al rocío Chiriké-yeetakuí, que significa Saliva de las Estrellas; a las lágrimas Enú-parupué, que quiere decir Guarapo de los ojos, y al corazón yewán enapué, Semilla de vientre ... Tienen tal confusión de sentimientos que con toda razón
las buenas gentes que somos
les llamamos salvajes
(palabras prestadas de Gustavo Pereira, aún sabiendo que ahora sí que tengo el sello definitivo de chavista).
Toc, nuestro guía pemon al que no me atreví preguntar de cómo se escribe Toc (después de que J. preguntó lo del cambúr) nos decía que en los Tepuis, según su creencia, viven los espíritus malos. J., ni corto ni perezoso, le preguntó, ¿Y dónde viven los espíritus buenos? Y con la respuesta de To(k) me quedé como una piedra (Tok, en pemon): "Los espíritus buenos viven en todas las partes". ¡Qué capacidad de resumir! Desde entonces me cuesta regresar.
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