
¡Que pocas imágenes tengo de esta etapa! Mis ojos estuvieron atentos a una mirada que me perseguía. Recorrer más de 2.500 km (ida y vuelta), cruzar todo un país y volver casi al punto de partida para seguir mi viaje por visitar a una mujer durante tres días no es una decisión fácil, sobretodo si apenas la conoces, pero a veces uno funciona por instinto. Así que lo hice, atravesé toda Venezuela hasta Mérida para encontrarme con Yuly. Una locura como otra cualquiera. Ella me tildo de loco desde el principio: se lo demostré.

Había nervios. En las dos partes. Llegué con varias horas de retraso. Ella apareció, en el aeropuerto, vestida más de excursionista que de alguien que tiene un Rendez Vou. Su salida de fin de semana no debería levantar sospechas. Yo, como siempre, aunque preparado para el fresco andino. Le tuve que prestar ropa, para la montaña, para las noches. Y me gustó. Disfruté viéndola de mi. Me gustan las mujeres que portan las ropas de sus amados. Es erotismo, otro, pero erotismo también.

Tiene razón ese anónimo comentario que tilda mi aventura de capítulo de telenovela venezolana, de hecho la Doctora en Derecho transformó mi nombre para darle más sentido a esa historia, para ella fui Jorge Antonio. Y con ese sobrenombre me he quedado… para ella. Hubo otros ingredientes que condimentan este culebrón, pero…

Así me sentí, jugando a la conquista, extendiendo mis alas de pavo real. Aunque teóricamente, uno, a mi edad debería saber guardar las formas y comportarse en público como un adulto razonable y no mostrar los deseos más de lo necesario. Pues no, no me corté, esos días olvidé mi edad, mi condición de cuarentañero y deje salir ese joven adolescente que, creo, todos llevamos dentro. Divertidísimo, para que negarlo.

Me recordó a las ciudades andinas colombianas, ordenada, limpia, buena señalización, población mayormente blanca, rodeada de montañas y dinámica en su actividad, lejos de la dejadez costeña. Muy urbana, con calles empinadas y al mismo tiempo circundada de naturaleza que cambia radicalmente según subas o bajes. Y., muy preocupada y nerviosa por mostrarme algo original, me llevó de paseo en su Fiat 127 del 83 por los alrededores. Por los





De nuevo cruzar toda Venezuela. Dos aviones y un bus nocturno. Antes de arribar controles esmerados, revisión completa del equipaje. Ciudad fronteriza, con Brasil. Alrededor, la nada, la llanura, la Gran Sabana. Cambistas como hormigas, las tiendas más que tales son almacenes, de lo


Pasé la mayor parte de mi tiempo metido en un cibercafé, intentando acabar las crónicas de Venezuela y entrar limpio a la selva.
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