miércoles, 14 de noviembre de 2007

Santa Marta, Santa Marta…

Esta ciudad es la de la canción, me lo dijo mi amiga Carmela: "Santa Marta, Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía…" La misma. Eso ocurrió hace mucho, cuando las bananeras, la UFC, hoy ni tren, ni tranvía, sólo deliciosas busetas que unen sus localidades, sin parar. Su avenida central, en paralelo con el malecón es un incesante trasiego de esos pequeños buses.
Como en Tolú, residencia para mi sólo, el Suncity… con Ingrid de anfitriona. Todos los hoteles están igual. Una semana de asueto viajero, no llego más lejos, me pierdo la Ciudad Perdida (seis días entre subir y bajar), y me dejo La Guajira, el desierto. Tres excursiones, tres playas, tres mundos. Muchas horas ante el ordenador y algunos vicios. Feliz.

Un hotel como en mi casa
Así me sentía. En mi cuarto del corazón. Trabajaba hasta la mañana, me acostaba cuando la ciudad amanecía y me levantaba cuando tocaba, a las 11 o a las tres de la tarde. Mi desayuno siempre estaba dispuesto. La mama de I. me lo preparaba. Cuando no iba de excursión me daba una vuelta por el pueblo, tomaba un tinto y volvía a trabajar: Colombia da para mucho y me tengo que cortar constantemente a la hora de escribir. Por las noches después de cenar me gustaba tomarme un par de cervezas en un disco bar. Si volvía después de las 10 y media al hotel tenía que aporrear la puerta para que me abriesen. Ellos ya dormían.

Santa Marta
Cuando llegas y dentro del centro parece un pequeño pueblo, luego cuando te mueves o buscas información te das cuenta que es enorme, mas de 400 mil habitantes… Pues no se ven, es tranquilo, la ciudad de alguna forma te arropa y no asusta. Wiki dice que viven del turismo, nacional, pero estos meses deben ser duros: no hay ni Dios. Antes, hace mucho vivían del banano. Del pasado colonial apenas unas casas. Compite con Cumaná, Venezuela, donde ahora me encuentro, con ser la primera ciudad fundada por los españoles en Suramérica.

Tres excursiones, tres playas, tres mundos

El Golfo. La ecoturista, apartada, trayecto largo, una hora a caballo, otra a pie, descalzo. A través del Parque Nacional de Tayrona. Paseo precioso, aunque a la vuelta acabé empapado como no lo había estado nunca. Quién allí acude más de un día tiene que dormir en hamacas bajo tejado de palmera., comer lo que haya y disfrutar de un entorno privilegiado.

Taganga. La friqui, la hippie. Se llega en buseta. Pueblo de pescadores. Un remanso tercermundista. Numerosos puestos callejeros para guiris (extranjeros) Te bañas entre barcas, playa y puerto son lo mismo. La playa no es bonita, pero el conjunto, con el pueblo incluido, tiene cierto aire bohemio y perdido. Encontré suministros. Mucho turista joven, aventurero, con cita previa, si no de qué hay tantos carteles en hebreo

Rodadero. Turismo de masas. La mejor bahía, la más amplia. Playa, paseo y colmenas de 10 o 20 plantas: de eso está la costa española llena. Decenas de vendedores, como mosquitos buscando su presa. Lobos hambrientos sin caza. Helados, artesanía, tintos, flotadores, ipod, relojes músicos, payasos, masajistas… Un mercado. No hay nadie, somos cuatro pelaos. Es temporada baja, pero ellos comen todo el año. Ese es el problema. Más de 50 veces tuve que decir "no, gracias" Compré tres memorias USB de 4 gigas, las tres no funcionan.

Playa de Santa Marta. La urbana. la popular, donde acuden los niños y las familias. Domina el tono oscuro en las pieles. En grupo. Así se bañan. Se ven biquinis, discretos y bañadores en los hombres, ya no es el ir vestido al agua como ocurre desde México hasta Panamá. Ya no hay esa vergüenza por enseñar las carnes.

No hay comentarios: