
Me fascinan. Los tejados hablan, son un paisaje, te revelan bajo que techos se esconden sus habitantes, te enseñan cómo viven sin penetrar en su intimidad. Intuyes el interior. Te explican el exterior. Te dicen si llueve o no, te muestran con que intensidad, si son aguaceros o una lluvia fina, la cantidad de días al año. Su distancia también importa, es definitivo para saber la aglomeración o aislamiento de sus moradores. Hablan mucho de los ingresos… mucho, de las condiciones económicas particulares y comunales.






Tengo un corazón rojo en mi habitación. Es una lámpara, y su interruptor está pegado a la pared. Por el día combina muy bien con el verde pistacho de la pared, la cortina azul, la sábana verde inglés y las almohadas amarillas. Colores vivos, alegres. Me dan la espalda, trabajo sobre una mesita mirando a la ventana, abierta, al fondo una gran montaña,



Por las noches lo intento encender, el corazón, mi corazón, pero no, no funciona. Falta algo, no es una luz para un tipo solitario, aunque pueda dar ambiente a sus actos onanistas. No. Es una luz para compartir, para encender pasiones. Para amantes, posiblemente de fin de semana. Me hubiese gustado ser pícaro en ella, poner música, fumarme un peta y… reirme, acompañado. También me he preguntado si olerá igual una mujer con ese destello de rojo intenso o con una normal. Yo creo que no , pero no lo he comprobado.

Se lo copié a mi amigo JBG, "cuando salgo al extranjero siempre miro en los listines telefónicos si aparece mi apellido". Desde entonces, hace mucho, cada vez que viajo, o me traslado de ciudad he cogido la costumbre de ojearlas. A veces se me olvida, claro. Busco el apellido Bonilla y de paso el de mi amigo. El mío es frecuente, el de Barriuso apenas existe. Desde Alaska hasta Colombia, en sus dos variantes Bonilla y Bonilia (cosas de la pronunciación), lo he encontrado. Lo vi en Anchorage (Alaska), en Whitehorse (Canadá), por todo México, en la Ceiba hondureña y algo en Nicaragua. Ayer estuve en Aracataca, el pueblo de Gabo, y conocí a Manuela B, candidata a concejal, nos saludamos, decidimos que eramos primos y nos despedimos.



5 comentarios:
Have you ever seen the rain?
He convivido con la lluvia, todos los días, desde que entré en Colombia. Ni uno sin agua, aguacero o tormenta. En Bogotá, Manizales y Medellín no era agradable: era fría, casi siempre en la tarde. Salvo en Manizales que llueve siempre. En la costa y zonas bajas del interior es diferente, allí llueve caliente, es otra la sensación: no molesta y puede llegar a gustar. En las ciudades costeñas es un gran problema, se inundan. Cartagena o Santa Marta se convierten en lagunas, las calles en ríos. Tienen una canalización pésima. Ningún político durante la campaña electoral ha hablado del problema. El pasado 30 me cogió el aguacero en el Parque Nacional de Tayrona, cerca de Santa Marta, una hora a pie y otra a caballo. No fui previsor, debería haber andado en calzoncillos y reservar mi ropa en la mochila. Consecuencia: tuve que estrujarla fuertemente dos veces antes de montar en la buseta de vuelta para que únicamente quedase mojada. Nunca antes había sentido tan dentro la lluvia. Octubre es el mes más lluvioso en Colombia. ¿Qué le vas a hacer? ¿He contestado su pregunta, señorita?
La genealogía, mi buen amigo, es la ciencia de buscar nuestras raíces. La prima que encontraste en Aracataca lo demuestra. Somos uno, estamos en todos, los genes de nuestros ancestros se han esparcido por los cuatro vientos y de pronto nos golpean de nuevo en la frente. Así de simple. El que no tiene de Inga tiene de Mandinga.
Hasta pronto,
PS. (Por lo visto en Colombia no has disfrutado de su producto de exportación número uno, pero bueno, pronto llegarás al Perú...)
¡Eso te crees tú, amigo Miguel!, pero comprenderás que no se puede hablar, escribir, de todo lo que sucede en la vida de uno.
Jorge, me llamo Jesús Barriuso, podria o podrias decirle a tu amigo "Barriuso" que se ponga en contacto conmigo:
Cerveda@hotmail.com
www.iespana.es/genbarriuso
Gracias
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