jueves, 15 de noviembre de 2007

Aracataca, el pueblo de Gabo

Así le conocemos y así le llaman los de su pueblo, Aracataca. Cuando lo pronuncian parece que hablan de un vecino más, suena familiar, pero sin embargo GGM sólo pasó los primeros ocho años de su vida en esa localidad y de eso hace ya 70 años. Fui allí en buseta con Ingrid, ella es cataquera, aunque sólo de infancia. Hicimos peregrinación por diferentes casas de sus familiares, como si fuesen los Buendía.

Macondo no es Aracataca
Si uno espera encontrar alguna joya arquitectónica o reminiscencias de lo que pudo ser Macondo se lleva un desengaño. La futura Casa Museo reconstruida del escritor está en construcción, La Casa del Telegrafista es una ruina de fotos mal cuidadas y de viejos recortes de periódicos, y en fin la Estación de Tren, no parece de la época ni en pintura. Hoy Aracataca podría estar haciendo caja todos los días a cuenta de su premio nobel, pero parece que se resiste. Esta ciudad prefiere su actividad tradicional, la agricultura, que ha ido cambiando de productos según las épocas y del tipo de emigración que llegaba (por ejemplo los españoles del 36 llevaron el arroz y su producción industrial). Aunque la que trajo la plata fue la banana, el guineo que dicen. Hoy es la Palma africana.

Macondo es cualquier lugar
No creo que esa ciudad imaginaria sea el lugar donde he estado, o mejor dicho, creo que en mi viaje he visto muchos Macondos y este es uno más, sospecho incluso que la Tierra está llena de Macondos. Esa localidad, producto de la imaginería es cualquier lugar en el que pasan cosas y en el que se dan, por las circunstancias que sean, cambios producidos por la entrada de nuevos sistemas de comunicación, vial y cableado. Con ellos vienen personas y con las personas, sus usos y costumbres, sus herramientas y las mercaderías o inventos desarrollados a miles de kilómetros de distancias. Y eso ocurre en casi todo el mundo. Supongo que la llegada del hielo a los ojos de Gabo es igual que mi experiencia infantil de ver asfaltar mi calle. La transformación del barro en una superficie cuasinegra de olor a galipó (asfalto en burgalés). Cada uno de nosotros ha tenido experiencias similares. Pero para transformar eso en un Macondo hace falta imaginación y los ojos de un imaginador privilegiado.

Ingrid, mujer toda en una
No se dejaba hacer fotos, y hay que respetarlo, no había forma de que mirase a cámara, la evitaba, ni mis trucos esta vez sirvieron. Ella es la gerente, recepcionista, camarera y lo que haga falta del Suncity. Me ciudó con esmero y se interesaba por todo lo que me preocupaba. Es atenta, amable y con una voz suave y relajada que invita a escucharla. Se preocupa mucho por su salud –gimnasia por las mañanas– , por su estética –llegaba a cambiarse tres veces de ropa al día– y por su belleza –manos, uñas, ojos y labios pintados. Siempre preparada por si surgía algo importante. La idea de ir juntos partió de una amiga suya, yo me apunté al carro, le insistí y retrasé mi visita solo por ir con ella. Aceptó. Y me dejé llevar, dónde ella quisiese, cómo ella desease. sólo le pedí ver los teóricamente emblemas de Gabo. El paseo por las calles de esa pequeña ciudad fue un constante "Hola Ingrid", "Pásate por casa", "Vuelve por aquí", procedentes de primo/as, tío/as, sobrino/as,… De nuevo los colombianos me han abierto sus hogares, me han invitado a un tinto o a un whisky. De nuevo me encuentro plácidamente acogido.

Cosas de hombres
Sábado en la tarde, domina la ley seca, al día siguiente hay elecciones. Han comprado dos cajas de whisky, y con una van a acabar, seguro. Al menos eso confiesan. Mi invitan a un trago en vasito de tinto y acepto por cortesía, el segundo lo rechazo por falta de costumbre: "un whisky a las tres, me muero" Chistes sobre la hombría, sobre el incidente racista en el metro de Barna y como no, de fútbol. Es lo que pasa con los hombres, que siempre hablan de lo mismo: ¨viejas¨ y fútbol o fútbol y ¨viejas¨. Y en los dos casos el debate se cierra rápido conmigo. Paso. Cualquier cuestión se ha de llevar con humor para no herir picardías. Aquí no fue el caso, estaba invitado.

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