sábado, 19 de mayo de 2007

Camino de San Francisco: indocumentados, pochos y chicanos

Carromatos del XIX para trenes del XXI

Llegué pronto a la estación, quería hacer algunas fotos para un futuro reportaje. Les vi como bajaban de una furgoneta 12 o 15 bultos. Se van de vacaciones a su país, pensé yo. Me equivoqué. Habían ido a visitar durante quince días a un hermano de él con problemas, me comentaron más tarde. Estaban papá, mamá y dos niños, ella y él. Otro hombre les acompañaba, luego se marchó. Facturaron todo su equipaje salvo dos o tres bolsas de mano. El destino les puso detrás mío en la cola para el embarque al tren , en EEUU los acompañantes no pueden acceder a los andenes, es como en las pelis. No podían negar su procedencia: piel de chocolate, pelo liso azabache, poca estatura, cuellicortos y cuerpo recio. De México, del Sur; de Oaxaca, me dijeron más tarde. Unas sonrisas y unas fotos a los niños fue el primer contacto. Era mi cebo.
El segundo, preguntarme ellos si yo, ¡yo!, podía ayudarles con el inglés dado que no se manejaban muy bien. Pues yo tampoco, fue mi respuesta. Pero tranquilos que en tierra no nos quedamos, concluí. Montarse, tomar asiento. Visita del revisor, anuncio de cambio de tren por rotura en la siguiente estación. Bajarse, esperar. Nuevo tren. Tomar asiento. Voy en tercera clase en un tren nocturno, pero como de primera en mi país, pensé yo. Me acomodo y viene el papá a preguntarme cómo estoy y enseñarme la excelencias del tren. Y las tiene. Nos reunimos con toda la familia en un vagón con asientos enfrentados, mesa por medio y techo acristalado. Una gozada para admirar el paisaje o perder la mirada. Primeras palabras y presentaciones, Ángel él, Johana ella, los niños Jaqueline y Ángel.

Una historia de todos los días
Rondan los 30, él lleva nueve años en los Estados y no le entra el inglés, ella dos periodos de 3 y se maneja mejor. Sus hijos han nacido aquí, 5 y 3 años respectivamente, son pochos. Viven en San José, al sur de San Francisco, Ángel chambea de mesero y asando pollos, Johana se ocupa de los niños, "son pequeños y con lo mío llega para alimentarlos, quizá más adelante cuando sean grandes… ella me ayude" asevera Ángel. Les pregunto que significa exactamente chicano, si es un término despectivo hacia los mejicanos residentes en los Estados. Y se explayan. Son indocumentados, que no ilegales. Es un mojado, y él ha pagado con la cárcel su ilegalidad "unos días sólo, pero mejor eso que pagar 4 o 5 mil dólares, ¡de dónde los saco!", afirma. El ser indocumentado no significa que te puedan echar, por ahora, eso ocurre con los ilegales, pero te limita muchos derechos, a la educación, por ejemplo, a subvenciones y en California no te dan licencia (de conducir), "aunque yo manejo, con mucho cuidado y pendiente de la radio para saber donde están los retenes (controles), aunque a Los Ángeles u otros lugares no me atrevo a ir", pero, ¿eso es peligroso? Ya, pero si no cómo llego al trabajo…
A sus hijos se les denomina pochos, es decir, hijos de indocumentados. Y siempre serán pochos, aunque algún día sus padres sean documentados, y sólo los hijos de sus hijos alcanzarán la categoría de chicanos. Un lujo al que en la actualidad más de 10 millones de indocumentados nunca podrá llegar. El, ellos, no obstante, son felices: "los Estados es el país de las oportunidades, unos más, si aprenden inglés y otros menos" y se da un coscorrón en la cabeza. "Con el inglés podría regresar a México y trabajar en el turismo con los gabachos (guiris) Ya se va echando la noche, es hora de cenar, Ángel, el pequeño se cae de sueño, Jaqueline no ha parado de tontear conmigo. Johana ha permanecido en silencio durante casi toda la conversación, se ha limitado a aseverar con sonrisa y movimiento de cabeza todas las palabras de su marido. Ángel sólo me ha hecho dos preguntas: posibilidades de trabajo en España y… cómo es Marruecos, maravillado, sin saber absolutamente nada de él. Lo había visto mencionar en una novela (telenovela).

Hoy he escrito a María
Y posiblemente sea la última carta que escriba en todo mi trayecto. Pero se lo prometí y he cumplido mi palabra. MPS me ha estado cuidando, velando, por mi salud durante todo el mes anterior a mi partida. Ella y su jefa. MPS es menuda, con su voz pausada, transmite paz; me encantaba seguir sus pasos cuando por los pasillos íbamos de una sala a otra. Ella no anda, con sus deportivas parecía que se deslizaba, sus pasos son cortos, sin prisas: son como su voz. Y eso que mucha gente la estaba esperando. No perdía la calma cuando yo no hacía algo bien. Y me contagiaba. Me pedía que dejase de fumar. Cada lunes y jueves nos veíamos, un ratito, y me repetía "¿Lo has dejado ya?" No, pero te prometo que en cuanto inicie el viaje lo hago. Ella no respondía y me miraba sin saber si creerme. Y así ha sido, llevo un mes sin fumar, salvo un día, que también se lo he contado en la postal. Fue el día que en Whitehorse decidí comprarme el portátil, volar a Inuvik y sacar el billete para Vancouver. Muchas decisiones para una mañana. Tuve que pedir un cigarro, me hubiese fumado 20, pero sólo se quedó en uno. Lo que no le he contado a M es que sigo siendo fumador, que persigo el humo que otros exhalan, que mis ojos detectan un cigarrillo haya donde alcanza mi vista. que todos los días me muero por un pitillo, por unas caladas. Aunque se lo prometí a M y he cumplido mi palabra, persigo las colillas de las aceras. Aún no me he agachado, pero no prometo nada.. M ha sido mi enfermera.

La vía pública, el gran cenicero
En Norteamérica, EEUU y Canadá, está absolutamente prohibido fumar en todos los lugares cerrados, e incluso a menos de tres metros de los accesos de muchos edificios. La señal de no fumar es la más extendida de las que haya podido ver. Lo domina todo. Da igual bares, discotecas o restaurantes, incluso terrazas, para que decir de lugares de trabajo. Se salvan algunas habitaciones en muy pocos hoteles. Y evidentemente eso ayuda a alguien que quiere dejar de fumar, no lo hueles, no lo ves y parece que se te olvida. pero ir por la calle es un sufrimiento porque todo el humo se concentra en la vía pública y yo como viajero me he vuelto un gran caminante y un fumador sin tabaco.

Sueños 6. Inuvik y Paraná un mismo lugar
He vuelto a Inuvik. Esta vez me acompañaba una mujer. Hemos ido en un ford fiesta. Mi pueblo del Norte había reducido su tamaño, había menos casas, más desperdigadas. Su río, ahora descongelado, también había disminuido y cortaba en dos al pueblo. Yo charlaba con tres niños junto al puente. Dos en edad de hablar, el tercero sólo de balbucear. Cada uno de ello me ha hecho la misma pregunta: "Qué vas a hacer ahora" "Quería dar un paseo" les he respondido a los dos. Vi una expresión de disgusto en sus rostros, el tercer niño iba a su ritmo. "Qué os pasa?" les pregunté. Queríamos enseñarte nuestra casa, pues vayamos, eso me parece más emocionante.. Volvieron a sonreir. La pequeña me dio la mano y nos encaminamos a su casa. Estaba excitado por ver una casa inuvika, saber su distribución, sus objetos cotidianos, sus costumbres, por descubrir esas cosas que sólo existen en casa: su intimidad. LLegamos y nos descalzamos, me chocó el suelo de la entrada, era de terrazo, azul, qué raro, me dije, aquí debería haber madera o moqueta mucho más acorde con estas latitudes, los suelos de piedra pertenecen al Sur, a climas templados. Ya en el salón efectivamente era de madera. Los peques me enseñaron su hogar con nerviosismo. Volvimos al salón donde otra mujer anónima conversaba con la que a mi me había acompañado. No me dijo su nombre, pero me dijo que el destino la había puesto allí. Era de tez morena, media melena rizada y gruesos labios. Procedía de Paraná, Ya, pero Paraná está enclavado en diferentes países, a cuál de ellos. No sabía decirme… o no quería. Le pregunté de nuevo y se hizo la sorda, le entró prisa y dijo que tenía que marcharse, que ya había concluido allí su misión. Qué misión. Silencio. A dónde vas. A Paraná, me respondió. Me desperté.
Paraná es un estado de Brasil, fronterizo con Paraguay y Argentina. A su vez es un río que riega los tres países antes mencionados

Hubo otro sueño que no pienso contar por desagradable y entristecedor, pero que resumo. La escena es dentro de una campana de aislamiento tras un desastre nuclear. Todo el exterior abrasado y yo encerrado con mi redacción, planteándo a mi director sus tropelías conmigo en un diálogo de sordos. Todos me miraban sabiéndome perdedor. No se equivocaban, encerrado siempre pierdo.

El aprendiz de lobo y el dentista español jubilado
Mi amiga azuvil, que es una fiera buscando información en la red, me envió el otro día el link en donde el aprendiz de lobo escribe sus aventuras alrededor del mundo, entre ellas la jornada que vivimos juntos camino de Whitehorse. Aunque el data todas las fotos en esa ciudad ninguna pertenece a esa población sino al camino en si mismo. Además el lobo confunde la "d" de diseñador con la dentista y lo de jubilado de verdad no sé de donde se lo saca. ¡En fin, un cielo ese aprendiz! El que corre en la foto soy yo para hacer la foto del cartel de "Destruction Bay" que ya visteis cuando hable de ese viaje.

1 comentario:

azuvil dijo...

gracias por lo de fiera.......aunque sólo muerdo de cuando en cuando. qué placer leerte chaval, y que locura el carro.. te has ido un rato a ...marruecos? pero hasta esas ruedas de arado, epoca preindustrial, tienen un especial encanto, las caras de los sin papeles parecen derrochar felicidad. será estás porque tú allí?
será!

ah! y gracias por tus sueños, ahora los míos que son la hostia de raros, me empiezan a parecer normales. será porque tú estás allí?
será?!