miércoles, 5 de marzo de 2008

Santiago. Atraco a las tres, frustrado

Quién lo iba a decir, en la ciudad posiblemente más rica de Latinoamérica, la más europea –con diferencia– de todas las que hasta ahora he visitado, en un país con los índices económicos más boyantes de toda la América hispano hablante. La trigésimo cuarta potencia mundial, donde los índices de pobreza son de risa si lo empiezo a comparar con todos los países que he vivido. En esta ciudad, relativamente segura, según cuentan, es donde he sufrido el primer robo. Frustrado, eso sí. Mis piernas y mis insultos me salvaron.

Atraco frustrado
Era sábado, llevaba dos días en la ciudad. En ese momento me encontraba sentado tomando una schot (caña) en la Plaza de Armas de Santiago, conversaba con un chileno situado en la mesa de al lado. La camarera me había indicado, ahora no sé si intencionadamente o no, que pusiese la mochila debajo de la silla para posibilitar su paso entre las mesas. Lo hice. Al rato y aprovechando una pausa telefónica de mi interlocutor quise coger la guía de viajes y vi que la mochila había desaparecido. Miré alrededor, las camareras sabían lo que había sucedido, me indicaron el camino del chorizo, me quité las chanclas y comencé a correr, apenas me había levantado y los camareros de la otra terraza me indicaron la calle que tomó. Salí disparado, regulando la respiración, soy mayor y nos estoy para muchos trotes, avancé a paso firme, no lo vi, pero otros transeúntes me indicaron por la calle que giró, iba ganando terreno, lo empecé a insultar "hijo de la gran puta" gritaba sin parar, " te voy a pillar, cabronazo", a todo esto sin verlo; pasé por unas arcadas y vi al compañero –un yonqui de mierda– que llevaba otra diferente a la mía, abierta, pasé de él. Debía darme prisa o perdería de vista al atracador en una ciudad que no conozco. Al salir del túnel, había unas mujeres sentadas en un banco, allí la vi, mi mochila, en el suelo, tirada, abandonada por el infractor. "Caballero, la han tirado aquí" me dijeron las señoras, como disculpándose. La agarré, les di las gracias y volví lentamente sobre mis pasos. Me encontraba entero, seguí regulando mi respiración, mi corazón a cien y los niveles de adrenalina disparados. Unos carabineros, así se llaman los polis chilenos, corrían a cámara lenta, sujetando sus armas y con el peso del chaleco antibalas, pasé de ellos, no vi al ladrón y pasaba de meterme en denuncias.

Aplausos en la plaza
En el camino de vuelta todo el mundo me observaba, había sido su foco de atención después de los insultos proferidos a voz en grito, yo, como si nada. Volví a la terraza, la gente me pregunto que qué tal, que se lo había pillado, que si la delincuencia en Santiago, que qué se yo…. Yo no oía nada, hasta que me senté y todo el público presente, estaba lleno, eran las tres de la tarde comenzó a aplaudir. Sí, a aplaudir. Me quería morir. Que horror, que vergüenza, por favor. Era el centro de todas las miradas y los hispano hablantes, chilenos y extranjeros, acudían a mi para darme la mano y felicitarme por el éxito conseguido. Os juro que no sabía dónde esconderme. No entendía nada. Me tomé un café, no sé por qué y me fui para el hotel, a rebajar la tensión a lavar mis pies ennegrecidos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Está claro, Jorge, todo era un teatro, un recibimiento organizado al turista, te dan algo que contar y te aplauden, creo que algunas agencias ya lo incluyen en su programa. Enhorabuena, la verdad, después de tantos kilómetros has tenido suerte que este haya sido tu único asalto, y con final feliz gracias a tus piernas. Un beso, viajero

Anónimo dijo...

Ay, broder, qué mal rato debes haber pasado, pero parece que los choros eran como el pisco chileno o la papa chilena, o sea una farsa. Suerte que no te pasó en otros países donde trabajan cabrones profesionales de verdad.

Anónimo dijo...

jajajaja que resentidos los primeros 2 comentarios xD , te habras dado cuenta que a los chilenos no nos quieren mucho por una cosa de envidia , que bien que hayas recuperado tu mochila , salu2

Anónimo dijo...

jajajjajaja un chiste como lo cuentas, pero que bueno que recuperaste tu mochila, en Santiago, quien iva pensarlo. Chile es como el Israel de medio oriente, no se por que, pero en Sudamerica casi nadie los quiere.