domingo, 20 de enero de 2008

Arequipa, la ciudad blanca, llena de color

Dominada por el Misti, un coloso vestido de volcán con nieves perpetuas, antes del calentamiento de la tierra. Posiblemente la ciudad más bonita de El Perú. Por qué. Por lo de siempre, porque ha sabido aunar lo antiguo y lo moderno. Ha sabido mantener un centro histórico majestuoso sin prejuicio de la modernidad. La llaman la Ciudad Blanca, unos, por el sillar, roca volcánica con la que está construida la urbe; otros, por el color de la piel de gran parte de sus habitantes, fue unos de los emplazamientos preferidos de los españoles.

Blanca y de colores
Digamos que sus paredes son blancas, pero en los patios, los interiores de las casonas impera el color, tonos fuertes, azules, granates y tierra, que contrastan esplendidamente con el sillar. Arequipa es una urbe para pasear, para sentarse y esconderse en sus rincones del ruido urbano… por el día, porque en cuanto cae el sol refresca como en toda ciudad rodeada por desierto.

Convento de Santa Catalina. Una ciudad dentro de la ciudad
¿Un convento, una ciudadela, una cárcel? Un gran misterio rodea a este recinto. Durante 400 años no se ha sabido qué ocurría entre sus muros hasta que en 1970 abrió sus puertas al exterior. Ingresaban las hijas de las clases pudientes, aunque dos tercios de su población eran sirvientes, generalmente indias, que entraban como niñas y morían como viejas, y lo peor sin saber por qué. Hasta el S. XIX existió la compra-venta de siervas. Su interior es precioso, hoy acondicionado para el turismo, su historia negra, demasiado.

¿A que ciudad española se parece Arequipa?
Es una constante que te preguntan sin parar, los blancos, claro, a los mestizos e indios se la suda. Y yo me solidarizo, con perdón de todos lo que me lo han preguntado, con estos dos últimos grupos étnicos, porque, aunque si bien es cierto que hay grandes parecidos con muchas poblaciones españolas, sería negar el mestizaje, el criollismo existente en sus calles. Es negar la fuerza que le da vida: su población autóctona y su aportación global. Arequipa es única y ahí radica su belleza, y no en su parecido a no sé qué… ¡Viva el mestizaje, lo criollo!

Una vida de lujo
Esa es la que me he dado, en fechas navideñas, hace ya tanto… En casa de Ángela y Miguel… bueno, de los familiares de Ángela. Clase alta arequipeña con gusto, con servicio, cocinera, chofer, jardinero, en fin, un lujo. En el estudio de MB, cómodo, con paredes oscuras para amortiguar la abundante luz, sentado en una enorme bola de plástico azul, he pasado muchas horas, trabajando, preparando rutas y tonteando en internet. Había piscina, semicubierta, pero no me he bañado, soy un friolero. He gozado de libertad de movimiento y me he sentido como en mi casa. Gracias Ángela.

Burguesía arequipeña
Viven bien, no se puede negar. De hecho algunas de sus viviendas no me las podría permitir yo ni loco en España. He estado en varias fiestas, reuniones o similar. No se bebe cerveza ¡que bajeza! se brinda con vino, se bebe vino, chileno, argentino, español o de dónde sea. Se cuida la mesa y sus manjares, ya se sabe cocina peruana. Se disfruta de servicio, que cocina y sirve las bebidas, contratado especialmente para el evento.

Paisaje turístico
En esos días Arequipa estaba inundada de guiris, de todas las nacionalidades, y según me comentaba MB es una constante. De hecho hacía meses que no veía tanto turista junto, pero afortunadamente se diluyen muy bien entre la numerosa población autóctona que invade las calles. Las causas de ese fluir son dos: una, la ciudad en sí, y dos que es el salto para visitar el Cañón del Colca, belleza entre las bellezas de la naturaleza, desde donde se visionan los cóndores y se disfruta de un valle frondoso y duro, pleno de terrazas y chacras (terrenos de cultivo). Del Cañón no hay imágenes porque lo visité hace seis años, pero si venís no dejéis de visitarlo, es imprescindible.

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