miércoles, 5 de marzo de 2008

Valparaíso, Neruda y los amores viajeros

"Pancho" la llaman los marineros gringos que llegan a esa joya chilena, y no se equivocan, tiene un gran parecido con la urbe californiana, la estructura de sube y baja, de cerro tras cerro, sus calles empinadas, los ascensores, la forma de las casas y los colores que las decoran recuerdan irremediablemente a San Francisco. Otra versión dice que era porque lo primero que veían era la iglesia de San Francisco. A elegir versiones. Las dos ciudades, no obstante, tienen una gran influencia británica en sus arquitectura. Y se nota. Valparaíso es posiblemente la ciudad más bonita que he encontrado en Chile, en todos los aspectos. No es una tipo disneylandia, en la que todo está perfecto, tampoco es un desastre. Tiene vida propia, es dinámica, trabajadores, estudiantes y la marina, la omnipresente marina chilena. Sus calles son una aventura, a menudo escalonadas, en las que no sabes qué te vas a encontrar. Son tantas, tan pequeñas y tan inclinadas que aunque pases varias veces por la misma siempre vas a descubrir un nueva perspectiva, una nueva mirada, algo que no ocurre en las ciudades con calles llanas.

Los puertos, sus máquinas
La ciudades que miran al mar tienen algo bello, las que le dan la espalda se pierden. Los puertos acercan a gentes de otras latitudes, aportan nueva sangre, los foráneos se establecen y traen sus usos y costumbres. Enriquecen. Además los puertos poseen un maquinaria muy específica no visible en ciudades del interior. Barcos, buques, grúas, contenedores dibujan el paisaje, lleno de color. El puerto de Valparaíso domina la bahía y es visible desde todos los cerros. Sus grúas son unos monstruos que trabajan a destajo y son capaces de desembarcar un contenedor y ponerlo en el muelle en dos minutos. Sí, dos minutos. Muy fuerte. Las veía trabajar de noche, sentado en la terraza del Portobello, mi residencia, mientras escribía y fumaba. Se comían un barco en un tris.

Spray city. Arte callejero
"Pancho" es también universitaria y no hace falta ir a visitarlas, las Universidades, ¡son tantas! Se intuye. En el arte callejero. Es de estudiantes, no de currelas. Son diferentes los mensajes. Pasear por Valparaíso es divertido, te encuentras a menudo con multitud de grafitis sin texto, pero con cierta chispa gráfica, en paredes, bordillos de las aceras y escaleras (no olvidemos que esta ciudad es inclinada). La pena es que la imaginación no suba más al poder y los motivos que se encuentren no sean más variados. Se repiten. Además esta ciudad cuenta con cierta tradición muralística y muchas paredes así lo reflejan.

La Sebastiana, en casa del maestro
A Neruda le ocurría como a mi, nos gusta el mar para estar cerca de él, pero no para estar dentro de él. Esa fue su relación con Valparaíso. Su casa, La Sebastiana, está en lo alto de un cerro y domina toda la bahía, la poesía necesita mirada contemplativa, ahora convertida en museo, donde se recogen su recuerdos, su pinacoteca y parte de sus libros. La casa fue saqueada y sus libros incendiados por las huestes de Pinochet.
Me volví a emocionar, como ya me ocurrió en casa de Frida, leyendo sus escritos. Me sentí de nuevo solo. Deseé tener un amor cerca, deseé amar a alguien, me vinieron al recuerdo mujeres que quiero pero que no consiguen atrapar mi corazón. Me sentí un ruin por no apreciar la belleza que se me ofrece. Me sentí egoísta y perdido. Lamentablemente las fotos de esta etapa las he perdido, ¿querrá decir algo?

Amores viajeros, amores efímeros
Son muy complicados si vas de legal, si cuentas la verdad; de lo contrario, no, es muy fácil: conoces a una mujer, te gusta, te lo haces con ella, le prometes el oro y el moro y te vas. No soy así y me resultaría más fácil serlo, me ahorraría complicaciones. A cada mujer que he conocido le he contado la verdad sobre mi vida, le he remitido a mi diario, a mi blog y le he hecho entender que hoy estoy aquí y mañana allí, que no puedo prometer nada y que en definitiva no me puedo enamorar, mi gran amor en este viaje son las carreteras, los caminos, las ciudades y los paisajes, sin olvidar los más importante: las gentes. No niego que me hubiese encantado decir: he encontrado la mujer de mi vida, a ti no te suelto, pero no venía predispuesto a ello, tampoco lo buscaba. Desde un principio he sabido que toda relación iba a ser efímera y sé que hay mujeres que le duele. Lo siento.

De excursión a Viña del Mar
Estuve una semana antes del festival, un día, de visita. Sin pena ni gloria, es una ciudad de pijos y lugar de veraneo de la clase media santiaguina. no hace falta ir. Es el centro de la faránbula chilena, del famoseo, chascarrillo y silicona de allá, en el sentido televisivo de la palabra. Playas de aguas heladoras, edificios de apartamentos, un reloj de flores y poca cosa más. Lo más interesante un pequeño museo dedicado a la cultura de Rapa Nui, las Isla de Pascua, para entendernos. Está unida a Valparaiso con un moderno metro que circula por la superficie al lado del mar, es lindo recorrerlo. Qué desilusión, esperaba más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamentablemente no coincidimos. Cuando me mandaste el mail estaba en el sur, de vacaciones. De todas maneras, sigo fiel lector a tu blog. La parte chilena ha estado muy buena.

Dos aclaraciones: a Valparaíso los marinos le dicen "Pancho" porque, al llegar, lo primero que se veía era la Iglesia de San Francisco, en sus cerros. El parecido con la ciudad es sólo coincidencia.
Lo segundo es que los de Santiago somos santiaguinos y no santiagueños.

Saludos y que siga el buen viaje!

Jorge Bonilla dijo...

Gracias por las correciones, jpgarnham. Ya han sido subsanadas. Respecto a las coincidencias, pocas veces creo en ellas. Las dos ciudades mencionadas tienen un claro estilo victoriano en su arquitectura, influencia claramente británica. De hecho Valparaíso, Chile, es difícil de entender sin hablar de los ingleses o de los alemanes en la zona de los lagos. además por su oreografía "Pancho" es muy similar a la ciudad estadounidense. Un abrazo.