domingo, 24 de febrero de 2008

Autobuses nocturnos

Ella llegó cuando yo ya estaba sentado, me levanté y la dejé ocupar su asiento, al lado de la ventana. Saludos de rigor, cada uno en su lengua, nada más. Al rato empezó a llorar, se le oía el característico sonido del moquillo de los infelices y se la veía como apartaba los lagrimones de su mejilla. Me incliné y busqué el papel higiénico que siempre llevo conmigo en la mochila. Le toqué ligeramente el hombro, me miró extrañada y se pasé el secalágrimas improvisado. En un principio lo rechazó. Insistí, acercándole la mano; acabó aceptándolo. Me dio las gracias en su idioma.

Ya era tarde, la noche se había echado hacía un par de horas, fuera, un calor sofocante; dentro, un frío al que no acabo de acostumbrarme. Era hora de dormir, reclinamos nuestros asientos, me puse los auriculares del ipod y esperé a que me entrase el sueño. Siempre complicado. Ella parecía haber calmado su sollozo mientras miraba sin pausa a través de la noche, por la ventana. Se escondía.

Yo no podía dormir, estaba intranquilo, daba vueltas y más vueltas, no encontraba la posición en el asiento reclinable, además estaba helado y no sabía cómo taparme. A ella le sucedió algo parecido, no paraba de moverse, a veces se acercaba a mi, a veces se alejaba. Nuestras piernas, su derecha y mi izquierda a menudo entraban en contacto… y no se separaban. Había cierta tensión. No hablamos, en algún momento nuestras manos chocaron, separé la mía y sentí la suya inerte sobre mi rodilla. Me quedé tieso. Lo notó y la apartó. Nuestros cuerpos seguían en movimiento, la intranquilidad iba en aumento, pero no cruzábamos mirada. Yo estaba entre acojonado y deseoso al mismo tiempo, la adrenalina a tope y sin saber qué hacer. Nuestras manos volvieron a encontrarse, esta vez no la separé y empecé a juguetear con la suya. Apoyó su cabeza en mi hombro. Mi mano fue subiendo por su pierna, llegó al vientre, acariciándolo con suavidad. Volteé mi cabeza e intenté besarla en la boca. No me dejó. Lo volví a intentar, de nuevo me rechazó, forcé mi giro y acerqué los labios a su cuello. Me lo permitió. Las manos seguían su ascenso, llegaron a sus pechos, intenté quitarle el sostén. Fallido. Ella colaboró y se lo soltó. Manoseé sus pezones, ya estaban rígidos, mientras, mi otra mano se acercó al botón de su pantalón. Lo desabroché sin problemas, sin embargo la tarea de bajar hacia su pubis se tornaba complicada. Lo ajustado de sus vaqueros me imposibilitaba mover los dedos, ella lo notó, ahuecó su trasero y se los bajó hasta la pantorrilla. Por fin llegué ¡estaba mojadísima! y su clítoris duro. Al igual que sus pezones, que yo ya trabajaba con firmeza, los estiraba y giraba. Los tuve que abandonar, empezaba a emitir gemidos por lo que desplacé mi mano a su boca y se la introduje por la parte más carnosa, no quería que nadie se enterase de lo que allí sucedía. Ella intentó tocarme, le dije que no, que después, me atenazó la pierna y seguí tocándola hasta que estiró su cuerpo, me mordió – tuve la marca de sus dientes varios días– y llenó mi mano de flujos. Mi corazón estaba a cien.
Ella se relajó, volví a querer besarla, no me dejó. Recompuso sus vestiduras y su mano derecha bajó hasta mi bragueta, le ayudé en la tarea de hacer accesible el camino, me palpó con ganas, con decisión, sube y baja; me recosté y me dejé hacer, llevé la mano a su boca y le introduje el pulgar, se lo metía, se los sacaba, ella jugaba con la lengua, hasta que lo retiró, se postró sobre mi vientre, se metió bajo el chubasquero que me tapaba y se introdujo mi miembro en la boca. Al rato estallé, sin una mancha en el pantalón. Arreglé mis ropas y ella volvió a recostarse en su asiento, me sonrió y apoyo de nuevo su cabeza en mi hombro, nos dimos la mano y nos dormimos. No intercambiamos palabra.

A la mañana siguiente, despertamos acurrucados el uno junto al otro, nos miramos, sonreímos y me permitió darle un piquito. Nada más. Le dije buenos días, ella me respondió en su lengua. Nada más. No cruzamos más palabras. Ya fuera del autobús le dije adiós, ella me respondió "Adeus". Olvidé preguntarle su nombre, ella también. Autobuses nocturnos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bueno tu cara sonrreida me gusta más, entiendo, nos hiciste caso hiciste algo con tus manos.Suerte.

Anónimo dijo...

allí estamos, viejo rockero ... como se nota que te estás acercando a Argentina, ché, como para meterte con los Rolling ... keep on rolling like a rolling stone

Anónimo dijo...

who is más macho: a lightbulb or a schoolbus?

Anónimo dijo...

Ése es mi bro!!! Volvemos a las carreteras mojadas... Lomax. Lo que más me gusta es la frase "sin una mancha en el pantalón" y "Le dije buenos días, ella me respondió en su lengua". Sencillamente genial.
E higiénico.