jueves, 29 de noviembre de 2007

Playas y sirenas en la costa venezolana

En estos días de Noviembre he estado más en la playa que en casi todos los meses anteriores. Nobleza obliga, eran las vacaciones de M y yo me plegué a sus deseos. Pero claro, en el mar existe el peligro de que aparezca alguna sirena entre las olas, y así fue, el primer día, en Choroní–Puerto Colombia. Una historia que ha empezado, pero que no ha finalizado. Con Yuli, una sirenita que vive en las montañas pero veranea en el mar.

El turismo en manos extranjeras
No sé si habrá sido casualidad o no, pero en la ruta venezolana que he realizado he pernoctado en hoteles y posadas en manos extranjeras. Alemanes, suizos, húngaros, españoles, italianos. De nueve posadas sólo una era propiedad venezolana. Todos ellos son gentes con pareja autóctona y que llevan residiendo entre 10 y 20 años, eran los tiempos en que venían, porque lo que es hoy se van hasta sus propios habitantes, y no precisamente los necesitados.

El baño, en familia
Así lo hacen por aquí, acuden en grupo o en familia a la playa y se remojan juntos. No nadan, pocos lo saben. Permanecen de pie cerca de la orilla, a menudo con una bebida en la mano, charlan y juegan con el agua. No se separan, nadie se aleja del redil. Cuando son pareja, los dos; cuando hay niños toda la prole. En Canadá me comentaban que les gustaba que fuesen latinos porque ellos sí que tiene un concepto definido de familia. ¿Será cierto?

Yuly, una sirenita de vacaciones
Es abogada, 32 años, trabaja para el Estado en cuestiones de derechos humanos, atiende a presos y a mujeres desasistidas. Chavista moderada: cree en el socialismo venezolano que nada tiene que ver con el antiguo bloque del Este, dice. Anda recta, con paso firme. Se ríe con ganas y sabe escuchar. Es bella y con un cuerpo trabajado en horas de gimnasio.
Apareció entre las olas mientras M y yo nos bañábamos, me pareció extraño verla sola, no parecía una buscona, se acercó preguntando no sé qué y platicamos: le di un par de consejos de cómo afrontar las olas y nos separamos. Me cayó bien. Ya fuera la rastreé con la mirada y no la encontré: buscaba a su pareja. Después del segundo baño le invitamos a una cerveza y lancé el anzuelo: quedamos para tomar un trago tras la cena.

Segunda playa, segundo anzuelo
Nos fuimos los tres en lancha, ella asustada por marearse, yo, seductor, le dije que no se preocupara, que estaba allí para salvarla y M disfrutando como una niña. Llegamos a una playa desierta y mientras M jugaba con las olas le declaré que me gustaba. Ni se inmutó, pero en las fotos que la tomé no miraba a cámara me miraba a mi. La cosa funcionaba. Al tercer día hicimos una excursión juntos y mis miradas malévolas y mis sonrisas pícaras le ponían nerviosa. Le di un beso, en la espalda. Le gustó: me respondió con una sonrisa. Por la tarde le dejé una flor en el hotel con el remite "un loco". Por la noche comenzaron los tocamientos. Suaves. Acompañamos a M al hotel y yo me fui con ella… a charlar y conquistar. Había caído en la red. Nos despedimos con un beso en los labios.

El consentidor de sirenas
Ese soy yo. Prometo que es la primera vez en el viaje que desempeño el juego de seductor, con Nayda fue otra cosa que no sé muy bien explicar. Aquí fui al ataque, con moderación, pero decidido: la presa me ponía y parecía receptiva, hablé por los codos y ella no bostezaba, me escuchaba. M en el papel de celestina no me contrariaba y me dejaba pavonear. El último día estaba loco por verla, nos bañamos y la tomé en mis brazos, la defendí contra las olas, me acusó de meterla mano, pero al mismo tiempo apoyaba su cabeza sobre mi hombro. Era mía. Nos dijimos adiós con promesas que hemos cumplido. Hasta ahora no estoy autorizado a desvelarlas. M y yo seguimos viaje. Desde entonces se alegra cada día que la llamo. Y yo también. Consentidor en venezolano es él que da mimos, cariñoso.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

El abc de Venezuela o 22 días no dan para completar el abecedario

De nuevo abro estas páginas a mis amigos/as, en este caso a Marion, compañera de mil viajes y gran amiga. Durante este trayecto por la Panamericana ella cuida mi casa en Madrid, España y me salva de los marrones que ocasionalmente ocurren por aquellas tierras. Estaba loca por escribir y hacer fotos. Aquí está su pequeño diccionario venezolano.

a de avión
aparte de algunos españoles y de mí, en el avión van sobre todo venezolanos. Quizás porque es noviembre y no es época de vacaciones o quizás porque Venezuela no sea un destino muy turístico. Los turistas más vistos: los suecos. Los ¨Aussteiger¨(los que vinieron de vacaciones y se quedaron) más vistos: los suizos. Uno de cada siete suizos vive en el extranjero, nos cuenta Max, el cocinero suizo del Bubulina´s en Cumaná.

a de arrivar y alegría
nada más entrar en el edificio del aeropuerto, Venezuela da la bienvenida: Patria, socialismo ...ó muerte. Nada más salir del aeropuerto de Maquetia (amplio, moderno, limpio ... todo lo contrario de lo que me habían contado), allí está George, qué emoción, qué alegría. Llevaba 7 meses sin verle, eso no había pasado desde hace 22 años.

a de agua
el elemento que define Venezuela. No sólo por el infinito mar del Caribe, las humedas nubes coronando las cimas de los montes tropicales, los incontables ríos pequeños y grandes, de un espeso color turbio todos, por el sinfín de saltos y cascadas, por la lluvia, que a pesar de estar en noviembre, cae casi a diario, sino también por los grandes chorros de sudor que bañan el cuerpo continuamente. De hecho, en Canaima, ya tenía la impresión de estar convirtiéndome en un anfibio.

a de Ara
uno de los 1360 especies de aves que hay por estas tierras. Del ara mismo hay diferentes tipos, todos son bellísimos, parecen sacados de un anuncio de helados. Me hice especial amiga de uno, de precioso plumaje amarillo y azul, en el Turpial de Puerto Colombia. Aquí se llaman guacamayos.

b de belleza
el culto a la belleza es obvio y tangible en un país, del que proceden 5 ¨Miss Mundo¨. De eso no sólo habla el grosor de las páginas amarillas de Caracas dedicados a la sección ¨belleza¨ (sólo superado por la sección de ¨automóviles¨). A cada rato, ya sea en el metro de Caracas o en una buseta en el rincón más remoto ves a una mujer pintándose. Le dernier cri: hacer de sus uñas auténticas obras de arte ornamental ¨en miniature¨. Cada sábado dedica dos horas a sus uñas, nos contó la amiga Y., a la que cariñosamente otorgo el título de Miss Mérida.

b de birra
también llamada fría. La cerveza, a pesar de la inmensa oferta de alcoholes que se ofrecen en las licorerías (que hay en cada esquina), parece ser la bebida alcohólica más consumida en el caribe venezolano. Mi preferida: La Polar Ice. Se venden en botellas pequeñas, de un quinto, para que no se calienten. Nuestro récord: diez botellines (5 cada uno), el día de Playa Grande (Puerto Colombia).

b de beach
en las ¨holidays", como no, de ¨beaching¨ va la cosa. Actividad irresistible en un país con 2.813 km de costa. Recuerdo que las niñas (Klärchen y la Lau) dijeron que las playas son sólo agua, arena y palmeras. No les quito la razón. Pero de las que he visto, cada una era distinta: El color de la arena y del agua, la gente, la ausencia de gente, los chiringuitos (caña, madera, concreto, cartón y zinc), los vendedores ambulantes,la inclinación de las cocoteras, los barquitos, las aves ...

b de buseta
ésos minibuses son auténticos ¨oldtimers¨ americanos de los años 70 y 80, pintados de todos los colores del arcoiris, y decorados por dentro con gran esmero en el más sofisticado estilo ¨kitsch caribeño¨, aderezado con imágenes de vírgenes locales.

b de boys
lo siento, chicas, (y más lo siento por mí), no he visto nada lo suficientemente espectacular como para dedicarles más de una linea. Tienen tendencia a ser cachas, por lo demás, son tranquilos, incluso algo secos y bastante parcos en palabras. Todo lo contrario del estereotipo latino, "demasiado vagos para hablar", puntualizó Rita, la suiza, del Villa Nirwana en Playa Colorada.

c de Caribe
o la ¨insorportable lentitud del ser¨. El tiempo aquí no es algo abstracto, es palpable, tocable, hasta tiene sabor. Es espeso, como el sirope de azúcar de caña. El tiempo aquí no pasa. Apenas se mueve. Como el suave oleaje del mar, como el vaivén de una hamaca. Ese estado de relajación que tenemos que aprender en interminables sesiones de yoga, aquí, simplemente, existe.

c de Caripe (que no es lo mismo que Caribe)
ya lejos del caribe. Lejos de todo. Un pueblo enclavado entre verdes montañas. Tres calles horizontales y tres calles verticales. Tranquilo y sosegado. Con todos los Ford Pick-ups (destartalados e hiper-modernos) me acordaba a Sisely (dóctor en Alaska), sólo que en su variante tropical. Hortalizas y café. Incluso se respiraba cierto aire a trajín. Un trajín muy leeeeento, por supuesto.

c de colores
el color de Venezuela, sin duda, es el verde. Montañas y valles, sabanas y costas: es el predominante. Es un verde oscuro, brillante, jugoso, exuberante. Verde oliva, suave, aterciopelado, mezclándose con tonos ocres y rojos. Del verde, la gama entera.
En sus gentes, en sus pieles, un abanico que abarca todos los matices de tez posibles, desde el blanco leche hasta el negro betún.

c de Chávez
ya sabemos que nadie le hace callar. El polémico presidente está en la boca de todos. En pro o en contra. Divide mesas de amigos, familias, al país entero. Eso sí, discutiendo de política, los venezolanos abandonan su flema y sacan el temperamento latino. Discutir sobre Chávez con dos señoras de Maracaibo a las dos y media de la madrugada en un alto del autobús nocturno, eso ya me pareció ¨too much of Hugo¨.

c de Casanova del Caribe
nombre honorífico de mi entrañable compañero de viaje. Se lo merece, lo sabe él, yo y algunas más. ¿Seguirá la misma racha en la cordillera andina? Claro que sí, buena suerte. ¡Me lo he pasado chévere contigo, chamo!

lunes, 26 de noviembre de 2007

Caracas, carros, dinero negro y gasolina

En Caracas tenía una cita. Con Marion, mi Marilú, mi segunda y esperada visita de España. En ella delegué la elección de los lugares a visitar, eran sus vacaciones. Ya antes GRL le había asegurado "Jorge se deja llevar sin problemas". Y así fue, salvo por mi nerviosismo antes de su regreso dado mi falta de entregas sobre Venezuela. Ella sabrá perdonarme.

Lo primero cambiar
Si vienes no traigas tarjeta, o no la uses: todo te saldrá carísimo. Tampoco cambies en bancos, te darán el precio oficial, una ruina. Tienes que buscarte la vida –con cuidado, claro– y cambiar la valuta con personas que te den un mejor precio (hoteles, aeropuertos, joyerías…). Así, por ejemplo, Un euro oficial se paga a 3.100 bolos, en el mercado negro puede estar entre 6.500 y 9.000 bolos, según tu capacidad negociadora. La mía es malísima, y dado que soy un cobarde no arriesgo. Eso significa que un hotel que cuesta 100.000 bolívares te sale a 32 euros cambio oficial o entre 15 y 11 euros si cambias en negro. Gran diferencia, válgame Dios!

Adiós Caracas
Os juro que en la medida de lo posible intento ser neutral en la valoración y visión que tengo de los espacios que visito, y sobretodo no me gusta hablar mal de ninguno porque creo que es injusto, que el problema es mío y no del espacio en sí. Pero que puedo hacer cuando el cuerpo me pide abrirme. Y eso mismo me sucedió en Caracas: largo cuanto antes, aunque me quedé tres días. La ciudad, palabra que no invita a quedarse, no se puede vivir en el centro porque todos te advierten de los peligros –el fin de semana del 12 N hubo cincuenta muertes violentas en la ciudad, o si lo preferís 11 muertos diarios en Nov. Buen panorama, y apenas se ven policías. Así que a la playa!

Me confieso: amo los carros gringos
Los antiguos. No se manejar, ni me interesa. Los coches, en general, me importan un pimiento… salvo los gringos. De los setenta. Los Oldtimers, que dicen. Venezuela está llena. Me fascinan. Me deleito mirándolos. Su longitud, sus líneas, la comodidad. Chevrolets, Fords, GMC, grandiosos: sus delanteras, los maleteros, enormes, esos potentes motores… Muchos ya se caen a pedazos, les falta la mitad de la carrocería, pero da igual ellos avanzan como si nada. Fijaos la diferencia, cuando en nuestro país corría el Seat 131, o el Renault 16 aquí lo hacían carros de 5 metros de longitud. Otro mundo.

¿Qué nos dicen esos carros?
Su senitud nos dice que aquí hay vehículos desde hace mucho, mucho. En los otros países latinos que hasta ahora he visitado no los he visto, sencillamente porque hace 30 años no los había o había muy pocos. Colombía, por ejemplo, está lleno de taxis nuevos, coreanos, vestidos de amarillo, pero no se ven pocos vehículos de aquellos años, aquí en cambio además de modelos modernos, europeos, gringos y japoneses siguen funcionando miles de modelos de los años 70. Se las fechas porque cada vez que monto le pregunto al conductor por el año de construcción ¡Y se lo saben!

Gasolina regalada, o casi…
Os imagináis un país occidental donde llenar el depósito es más barato que comprar una botella de litro y medio de agua (3.000 bolívares, apenas un euro a cambio oficial y entre 30 a 50 céntimos si lo haces en el mercado negro) Pues ese país existe y se llama Venezuela. Increíble.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Venezuela, Chávez, Chávez y Chávez

Lo sé. lo sé. Llevo mucho retraso. Venezuela a pesar de ser muy rico no tiene tantas facilidades para conectarse como otros países mucho menos desarrollados. Increíble, pero cierto, eso unido a otras dificultades que iré desgranando en las próximas fechas han provocado que lleve 22 días en Venezuela y aún no haya publicado ni una sola palabra al respecto y no sabéis lo que me jode. Para los que me escriben y no han tenido respuesta, lo mismo: no he podido. Gracias por la comprensión sobretodo para mis lectores mas fieles.

Desde que entras. Por tierra, mar y aire te recuerdan o aleccionan que Chávez está ahí. Omnipresente. El Presidente. El Líder, el Comandante, el Caudillo. El Iluminado. Su República Bolivariana. Camino al Socialismo Bolivariano. Todo son progresos, logros y victorias, y lo que no, es porque un contubernio… lo ha impedido. Y todo obra del Presidente y de sus acólitos.
Lo segundo que te encuentras son sus seguidores o detractores –chavistas o antichavistas– y un país roto en dos. Hasta los extremos. Hoy, en estos momentos, no hay espacio para posiciones intermedias: o se está con él o se está en contra. El próximo día dos de diciembre tiene lugar un referéndum para aprobar o rechazar la nueva constitución ¿chavista?, ¿socialista? ¿bolivariana? Sí. No.

Llegué por tierra el pasado día uno, hace mucho, lo sé. El primer taxista, Chevrolet del 79, desvencijado, olor a gasolina, él, camisa descolorida, cuello carcomido, unas gafas que no recuerdan cuando estuvieron por última vez rectas y muchos años de trabajo. Chavista. Hasta la médula.
Segundo taxista, Chevrolet del 2003, nuevo, cuidado, con asientos que asemejan cuero. Camisa nueva, planchada, gafas bien colocadas. Emigrante colombiano y desde hace muchos años venezolano. Antichavista. Hasta el tuétano.
En general son las clases pudientes las que más lo rechazan, y en oposición las clases bajas los que lo apoyan, pero no todo es tan plano. Se ven casas y carros de adinerados que llevan el Si por bandera, así como gente sencilla que teme la cubanización de su país.

Así está el país. Dividido. Tenso. Imposible no contagiarse, abstraerse del debate. Se habla de guerra civil. He recorrido el país de Occidente a Oriente, no importa donde te encuentres, dan casi por hecho un enfrentamiento armado. Curiosamente son los antichavistas los que menos desean que su enemigo número uno muera por enfermedad, atentado o similar, eso sí sería la guerra, así mismo temen la victoria del No, temen las represalias.

"Patria, Socialismo o muerte. Venceremos"
Esa es la consigna. Me aterroriza esa tesitura.Y aunque yo sea de izquierdas, rojo desde el uso de razón, me asusta. Me asusta que la muerte sea la alternativa a una ideología. Me asusta que ese eslogan, tan viejo, ya sea hoy plena actualidad. Me asustan todos aquellos a los que se les llena la boca con la patria –sean del PP, HB o Chavistas– Me asustan los salvapatrias.

¿Quién ganará?
Si me dejo llevar por las personas que he encontrado, tanto en hoteles, playas, o "por puestos" (taxis compartidos) el No está asegurado. Pero puede ser también que al ser extranjero, español en este caso, se atrevan más a hablar conmigo los anti que los pro. Puede ser. Lo que sí es cierto es que los chavistas están muy altivos, muy seguros de su victoria, con una campaña mucho mejor planificada: su presencia es absoluta. A los partidarios del No, les falta el líder, no tienen a nadie y es algo que reconocen hasta los más dogmáticos. Su aparato de propaganda es nefasto.

Venezuela ahora es de todos
Este sí que es un bonito eslogan… si fuese cierto. La política del Presidente ha provocado justamente lo contrario, la desunión, y pero aún la caza de brujas a todo aquel que no comulgue con las ideas, sobretodo en el mundo laboral: el encontrar curro depende más que nunca de si eres partidario o no. Triste.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Colombia, a modo de despedida

Me ha cautivado. Es una sensación, no tiene nada de racional. Tiene pecados, pero como ya me ocurrió en Nicaragua se los perdono, como perdonamos los malquehaceres de nuestros seres queridos. Por qué en algunos lugares la basura nos parece linda y en otros nos hace vomitar, si es la misma basura. Eso se llama subjetividad: mi punto de vista. A Colombia la quiero, no me preguntéis por qué. Sus gentes, su lengua, sus paisajes, yo qué sé!!!

Busetas
Las reinas de la carretera. Todavía no hay demasiados carros en Colombia, pero es un país que se mueve. Estos pequeños buses de aspecto exterior más lamentable de lo que realmente son unen ciudades cercanas y multitud de pueblos. Son cómodas, vas sentado y por un precio módico te dejan donde quieras. En México apenas las utilicé. Cada país que he recorrido tiene sus propios mecanismos de movilidad. En el interior más modernas, en la costa como la imagen.

Callejero
Si no sales de casa piensas que en todas las ciudades del mundo el callejero utiliza el mismo sistema que el tuyo. Pues no, cada país se rige por su propia lógica, que funciona, claro. aunque si eres de fuera es difícil de entender las primeras semanas . Aquí las calles no tienen nombres, sino números y se cruzan las carreras (dirección norte sur) con las calles (dirección este oeste). Así, si alguien te diese una dirección podría decir Calle 17 3-12, lo que significa calle 17 con la carrera tercera número 12. Lo que no cambia en Latinoamérica es el término cuadra, da igual donde estés está a una, dos o tres cuadras.

Colombianos
Blancos, mestizos, negros, indios, una gran amalgama. Abiertos, modernos, buena gente. Paisas, costeños, rolos, cada uno con sus características. Contrastan con la imagen que tenemos de ellos, sicarios, violentos, narcos, guerrilleros, paramilitares.

Comidas
No son su especialidad, ni es variada, ni especialmente elaborada. No puedo hablar de un plato que me haya levantado pasiones. Cocinan muy grasiento. Todo se parece mucho, el sancocho (potaje con verduras y trozos de carne o pollo) está rico…, la carne la preparan fatal, demasiado hecha, aunque a veces he degustado algunos ricos pinchos morunos en la calle. En la costa pescado. Desaparece el chile y aparece el ají. Ademas del maiz el trigo es parte importante de su alimentación. Cuando hablamos de fruta la cosa cambia: exquisitas.

Desplazados
Por la guerrilla, por los paras, por el gobierno. Los desheredados. Son gente que no vive donde debería vivir sino donde les imponen. Un millón, dos, demasiados, es el tercer país del mundo con mayor número de personas fuera de su hogar dentro del país.

Guerrilla
No la he visto. Se esconden en las diferentes zonas selváticas que configuran el país. Entre 10 y 20.000. Muchos. Ya no son los liberadores románticos de décadas pasadas, ahora controlan las plantaciones de coca, la elaboración y distribución. Hay mucha pasta por medio. No se habla de ello. Todos los gobiernos han intentado un acuerdo de paz, ninguno lo ha conseguido. Ahora andan con intercambio de prisioneros, acuerdo humanitario, se denomina.

Hamacaland, Hamaca country
No solo en Colombia, la hamaca es desde México una constante, sobretodo en las regiones costeras. Para dormir, echar la siesta o cuano no se tiene nada mejor que hacer. Cualquier momento es bueno para disfrutarlas, salvo yo, que soy un pringado y no paro: llevo el alma occidental dentro.

Libros, librerías
De nuevo reaparecen en el paisaje urbano, en puestos y en comercios. Existen. Llevaba meses sin verlas. Además de literatura y obras de segunda mano mucho folleto de leyes y de libros-cómo: cómo ser rico, cómo triunfar en los negocios, cómo… A patadas. Influencia gringa.

Mamás
Muy jóvenes, demasiado. Ya solo preocupan las menores de 14 años, a partir de esa edad es como normal. Son un ejercito. No todas acaban en la prostitución, multitud de ellas ejercen otras profesiones y dejan a sus hijos con la abuela, que en la mayoría de los casos también parieron siendo adolescentes. De los papas nada se sabe. No sólo en la costa, también en el interior. Abortar es un pecado muy grande. El transporte, en brazos.

Música
Tan imprescindible como el aire. Ya sea tocando, cantando o bailando. Comienzan desde edades muy tempranas no solo a bailar también la enseñanza de instrumentos. Niños y niñas. Las calles se llenan de color viéndoles marchar. En las busetas, en las tiendas, en los puestos callejeros no puede faltar la música. Su música.

Mototaxis
Especialidad costeña, aunque la ley dice que hay que llevar siempre casco y el número de matrícula en un chaleco, en la costa importa menos, de hecho nadie los lleva. Son cientos los que se dedican a esta profesión en auge, pero son ya tantos que no ganan nada…

Pastelerías, dulcerías
Muy extendidas. Mucha bollería pero un poco basta, demasiada masa, pesada, mejor en el interior (no hay tanta humedad). Los bollos en la costa se vuelven blandos, no existe lo crujiente.

Pechos
Descomunales. Mucha operación. Se les ve todo el canalillo, el último botón abrochado no es dónde acaban sino donde empiezan. No les importa que les miren, aunque a mi, hombre de traseros, me da una vergüenza terrible hacerlo, pero ante semejante espectáculo no he podido obviarlos y he babeado como un perro ante su visión. A una telefonista le dije "disculpe tiene un escote precioso", "desde ahí arriba me verá todo, claro" me contestó y siguió haciendo su trabajo.

Retenes, policías, ejército
Parece un país tomado, en cada esquina, en la playa, los mercados, estaciones, calles, parques, en los caminos, carreteras… allá por donde vayas hay decenas de policías. En las zonas más peligrosas también actúa el ejercito o la armada y pueden pararte en cualquier momento, pedirte la documentación y cachearte si es necesario, "que bajen los hombres" dicen. La sociedad civil lo vive con naturalidad. Si eres guiri, choca.

Trabajar
A dos ritmos. El interior y el costeño. Dime que clima tienes y te diré cómo trabajas, cómo andas, lo que sudas.