jueves, 28 de junio de 2007

Guadalajara, algo más que mariachis, charrería y tequila

¿Es Guadalajara una ciudad moderna? ¿Qué hace a una ciudad ser moderna o no? Sus infraestructuras?, sus servicios?, lo que acontece dentro de sus límites? Las actividades que genera? Estamos en la tierra del tequila, de los mariachis y de la charrería. Pero para mi la capital de Jalisco es algo más que eso. No tendrá las mejores aceras, las calles están llenas de baches, los autobuses urbanos dan pena, la mayoría de las viviendas están desconchadas, pero en cuatro días de estancia he visto una serie de detalles que me hacen ver una metrópoli llena de comerse el futuro.

Quién me hubiese dicho a mi que aquí se podría celebrar el Día del Orgullo Gay, pues sí, en el purito centro de la ciudad concierto y chirigotas, reclamando sus derechos rodeados de policías en bici al mejor estilo californiano. Sorprendente y admirable. Y es que México ya no es lo que era, esa tierra de machos bigotudos, todos hombres, muy hombres; hasta la página oficial del país, invita a este grupo a visitarlo.
Al día siguiente, domingo, por una de las principales avenidas, cortada para el tráfico motorizado, fluían multitud de ciclistas. Jóvenes, adultos, parejas, familias conformaban ese pelotón urbano. Mismo día, unas horas más tarde, mogollón de jóvenes invaden el centro con sus instrumentos musicales: exámenes finales en el conservatorio. (Por problemas técnicos no hay imágenes de estos acontecimientos. Lo siento).

¿El mayor restaurante del mundo?
Es un mercado, sí, un mercado o rastro o bazar o como se le quiera llamar en la que toda una planta está llena de innumerables cantinas, taquerías, restaurantes. Imposibles de abarcar. Toda la cocina de 90 millones de personas resumida allí dentro. Un invitación a la gula. Y yo cogiendo kilos.
Después de la experiencia americana en la que el coche lo invade todo es un placer poder pasear por una macrociudad (un millón y medio de habitantes el área urbana y hasta 5 millones la metropolitana) por calles sin coches: las maravillosas calles peatonales, repletas de cosas que les gustan a ellos, comida, artesanía, zapaterías y muchas tiendas de novias y de eso tan extendido en el Caribe hispano que se llama "los quince" celebración familiar que se realiza cuando una niña cumple quince años, es decir, no nos engañemos, ya está en edad de procrear, ya pasa de niña a mujer, para lo cual se hace una gran fiesta con las mejores galas, con todo tipo de vestidos, a cada cual más cursi, salvo blanco, y evidentemente no podía faltar el oficio religioso ni los mariachis.

Por qué razones más es Guadalajara moderna. pues porque acoge a la segunda feria del libro más importante del mundo después de la de Francfort y primera en lengua española; pues porque aquí la denominan el El Valle del Silicio mexicano y es el centro del software patrio; porque será la sede del sexto museo Guggenheim en el mundo, y estos no se andan con chiquilladas; y porque no sólo de mariachis vive el mejicano, aquí se inventaron en los 80 el "acid cabaret" y la denominan la capital electrónica de México.

Hay que tener en cuenta que estamos en el segundo mundo. Con peculiaridades del primero y muchísimos lastres del tercero. Es un país muy rico en materias primas, con dos de los hombres más acaudalados del mundo, Carlos Slim, dueño de medio país y Carlos Salinas de Gortari, actualmente exiliado y tristemente conocido por dejar el país arruinado, pero si te paseas por las zonas rurales (y aún no he visitado el Sur, que debe ser peor) da la sensación que estás en el tercer mundo, falta de infraestructuras, chabolas, muchas chabolas, suciedad por donde miras, multitud de reses muertas en los arcenes y aunque el tráfico es numeroso en las ciudades no así la circulación entre éstas, razón por la cual tienen un buen sistema de autobuses, –con algunos ejemplos de arquitectura muy interesantes– con grandes comodidades y a unos precios razonables. Además la red principal de carreteras cuenta con bastantes autopistas, de peaje, pero autopistas., pero al mismo tiempo sigue conservando esas maneras del tercer mundo: cuando entras en alguna ciudad, Guadalajara, por ejemplo, hay un puesto militar de salvaconducto. Son de chiste, no pasa nada, únicamente están. pero están, de eso se trata. Su sola presencia les separa del primer mundo, nadie en Europa o EUA se puede imaginar en una población y pasar un control, no policial, sino militar.

Guanajuato, donde la plata se teñía de rojo
Cuando viajo, en general, no me gusta visitar dos ciudades grandes seguidas, siempre prefiero combinar lo chico con lo grande, la ciudad con el campo o la playa, es como en el cine, pasas de un plano general a uno corto y luego a uno medio. Da más perspectiva. Por ello antes de llegar a DF –que miedo, por lo grande– he elegido dos destinos pequeños, amables y llenos de color y de historia como son Guanajuato y la ciudad que recomiendan todos los mejicanos sin excepción: San Miguel de Allende.

Me acerqué a Guanajuato (lugar de las ranas) por consejo de los ángeles de Chihuahua y porque Eduardo Galeano le dedica unas líneas,–duras, escabrosas– en sus Venas abiertas de América Latina (Siglo XXI de España Editores). Aquí a finales del dieciocho se sacaba el 30 % de toda la plata del mundo, aquí se explotaba a los indios hasta la muerte. Aquí la edad laboral comenzaba con 12 años, aquí las madres mataban a sus hijos para salvarles del tormento de las minas, aquí comenzó la independencia de México … aquí estoy ahora con un guía mestizo, muy mestizo, que me niega que México fuese una colonia, "Virreinato" me dice, que me quiere hacer creer aquella época dorada, perdón, plateada en la que se construyeron grandes palacios, donde la Iglesia, ¡La santa Madre Iglesia! construía magníficos templos, dorados retablos con la sangre indígena. ¡Que vergüenza! El gran Alexander von Humbolt, que estuvo por aquí a principios del diecinueve, escribía y con esto acabo mi desquite " acaso en ninguna parte la desigualdad es más espantosa… la arquitectura de los edificios públicos y privados, la finura del ajuar de las mujeres, el aire de la sociedad; todo anuncia un extremo de esmero que se contrapone extraordinariamente a la desnudez, ignorancia y rusticidad del populacho", (léase indígenas).

La ciudad de los 3.200 callejones
Guanajuato es realmente un laberinto, con una topografía imposible donde los que la construyeron no pudieron conformar la típica ciudad ajedrezada que tanto gustaba a los urbanistas españoles de aquel momento. Entre cerros no funciona. Y hoy en día es una ciudad sobre otra ciudad sepultada por los lodos que ha producido la erosión del suelo motivada por la deforestación para el trabajo de las minas. Es una ciudad con calles subterráneas con túneles que te llevan a una parte u otra de la ciudad. Un lío para el que no es de aquí. Guanajuato es hermosa, es padre, muy bien cuidada, da gusto pasear sus calles, sentarse bajo sus árboles, tomar algo en alguno de sus innumerables cafés. En la actualidad está concebida para el turismo y para los numerosos estudiantes de español que la visitan. Sus calles son angostas, sus paredes cuidadas y llenas de color, no están permitidos los luminosos y todo ello le da un aspecto de vivir en otro tiempo. Además toda ella está sembrada de estrechos callejones que ascienden hacia los cerros. Imposibles de contar. Infinitas escaleras que suben al cielo que se contraponen a los cientos de galerías que horadan su subsuelo. Cielo e infierno. Cielo al que se dirigían los angelitos muertos en el infierno, de plata, eso sí.

P.d. A partir de ahora intentaré utilizar todos los americanismos posibles, como homenaje a la riqueza del español y dedicado a todos los hermanos latinos: porque ésta también es su lengua. ¡A ver si sé, ándale!

sábado, 23 de junio de 2007

Rincón de Guayabitos, un lugar sin espacio en los mapas

A veces los lugares se eligen por su nombre o por su sonido. Este rincón no existe en los mapas, para google earth es un desconocido, pero sin embargo he conseguido localizarlo y mostrároslo. Le dije a EH en Creel que necesitaba descansar, que yo ya llevaba dos meses en tránsito y que me gustaría encontrar un lugar donde tirarme, pensar poco (difícil), poner al día mi blog, bañarme y beberme unas margaritas mientras veo cómo sube la marea sin importarme ni la horas ni los días. Y lo encontró, eso sí hemos necesitado tres días hasta llegar aquí. Ha valido la pena.

Lo bonito del transporte terrestre es ver cómo el paisaje va cambiando, la sensación térmica, los colores, el arbolado e incluso la pigmentación y textura de la gente que lo habitan. La montaña siempre hace los rasgos más duros, la piel está a la defensiva, los cuerpos también se adaptan, se hacen chiquitos. la gente de la montaña no es alta, no puede. Ni aquí, ni en ninguna parte. En cambio los cuerpos costeños se estiran, se estilizan, las formas cambian, sus pieles se tornan suaves, su constante hidratación permite que ese color tostado brille. Adoro esa luminosidad de la dermis. Si hay una piel bonita en el mundo esa es la del Trópico. En ellas y en ellos.

Los primeros Malinches
Antes de llegar pasamos noche en Los Mochis, una población más. El domingo nos levantamos con el día del padre mejicano y las familias unidas en torno al papá. Todos los escaparates te recordaban la importancia de ese día. Fuimos en taxi a la estación, aunque el taxista me quería convencer de ir en avión. "Vale –le dije– si me dices lo qué cuesta, la hora de salida y el destino, acepto. de lo contrario me estás vendiendo humo" Claro el pobre no tenía ni idea: a la moderna central camionera rumbo a Mazatlan. Allí pasamos el Trópico de Cáncer. Primeros Malinches. Mi árbol, mi segundo árbol. Mi Nicaragua. Me enamoré de él el año pasado, de su follaje verde, de su sombra y de sus flores en junio, entre rojas y naranjas. Apabullantes, llenan de color las orillas de las carreteras. Aunque procede de Madagascar se ha adaptado a estos parajes, de hecho es el árbol nacional de los nicas.

Un quemador se ceba conmigo
En Mazatlan, pueblo costeño, lleno de ruido, a reventar de mexicanos, de sus coches, los pik ups con toda la familia a celebrar el día del padre. Ni un extranjero. Primer remojo de pies en el Pacífico, que no duró mas de 30 segundos porque un monstruo transparente del tamaño de una fresa me atacó y me picó en un dedo del pie. Un susto de muerte. Un dolor abrasador, me fue subiendo al rato por el interior de la pierna hasta la ingle. Cojeé, apenas podía andar. Acojonado del susto y sin saber que había sido. Me imaginé lo peor. En el hotel me tranquilizaron, había sido un quemador, medusa enana, muy frecuente en esta época. Al día siguiente no sentía nada. Un mal sueño.

Tercer día de viaje. Bus de primera clase. Los hay clase ejecutivo y los hay de segunda. Cómodo. Amplio. Humor de perros. Quiero llegar. Ni leo, ni veo la peli, ni escribo, ni tiro fotos, ni observo el paisaje porque aquí tiene la mala costumbre de poner cortinas en todas las ventanas, también en las delanteras y no ves nada de lo que ocurre delante tuyo. Sólo bufo. Mi compañera de viaje lo nota pero prefiere permanecer en silencio no sea que…
Tepic, otro autobús, este de segunda clase. Dos horas más hasta la Peñitas. Consejo del conductor, coger un taxi. Diez minutos más: Rincón de Guayabitas. Buscar Hotel 15 minutos. Negociar el precio por larga estadía. Siempre se consigue una rebaja. Desembalar. Chiringuito. Margarita y ceviche de camarón. ¡Viva el ceviche, viva el cilantro y viva el camarón!

Sol, playa y margaritas
Rincón de Guayabitas es un barrio , es una pedanía, es un lugar que no conoce nadie, que nació en una esquina con un huerto de guayabas y que ha cubierto una bahía. Es pequeño, pero lleno de detalles. No tiene nada, pero hay rincones. Lo bueno del urbanismo mexicano es que ha aprendido de su vecino del norte y no construye más de tres alturas con lo cual hace que en este pueblo convivan con gusto los hoteles, los bungalows, los cocoteros y los Malinches. ¡Ay, los Malinches! Casi perfecto. Sólo hay dos calles y una docena de callejuelas transversales. Justo lo que necesitaba. Además todavía no ha comenzado la temporada y todo está semivacío. Un lujo.

Desayuno con vistas al mar. Comida a pie de playa: hoy pinchito de pescado, hoy de camarón, pues hoy una ensalada bestial de frutas servida dentro de una piña ¡ah y que no falte por favor el chile, la sal y el limón! Purito mejicano "Hoy dejo que me engañes por lo bonito que lo haces (2 euros) pero mañana precio mejicano (1,70 euros), ¿de acuerdo? Una sonrisa es su repuesta. Purito mejicano. Hoy galletas de coco, hoy… lo que quieras. Servicio a pie de tumbona. ¿Quién da más? Quién quiere más?

¿Y la cena, qué?, pues hoy pescado a la plancha, pues yo unos camarones a la diablesa, ¿18 euros entre dos…? Pues hoy unas quesadillas con carne, pues yo, vegetarianas, ¿no hay cervezas? pues un agua fresca de Jamaica o de horchata,¿4 euros para dos…? Eso sí, no hay que olvidar que todo va bien aderezado con salsa de tomate rojo y/o tomate verde, un poco de guacamole, ¿más picante? pues sírvete molcajete. Purito mejicano. ¿Hoy qué quieres? Dorada a la plancha y un ceviche de camarón… y una margarita. Suma 15 euros. ¿Quién da más? ¿Quién quiere más? Y todo, y esto es lo mejor, acompañado con sonrisas, con charla, con la extrañeza de ver a un español. Aquí todo es purito mejicano salvo en los meses de puro invierno que vienen canadienses.
En las noches, el hotel es mio. Son las once, ni un alma. Silencio, una mesa, unas luces, muchos mosquitos. Camisa abierta, calor tropical, goteo interminable. Una toalla. Una margarita, wireless y a escribir. No pido más, no quiero más.

El espectáculo de ver pasar la vida
Guayabitos es de esos sitios donde no pasa nada aunque la temible y temida policía mejicana pasee constantemente su calle y su playa, pero al mismo tiempo suceden muchas cosas. Sólo hay que abrir los ojos. ¿Qué pasa? Pues pasa que unos mariachis vienen todas la mañanas a tocar algo previo pago. Pasa que una banda de vendedores de paseo en lancha ya te saludan aunque hayas rechazado su oferta. Pasa que un joven con sed se sube a un cocotero, arranca uno, baja y se lo bebe, Pasa que las aves marinas conviven con los lugareños como no había visto antes. Pasa el sombrerero, pasa la vendedora de collares y pulseras, pasa el pastelero, el del ceviche. Pasa mucha gente y pasa que no molestan. Pasa que te sientas y te preguntan y se interesan por ti y conversas y ves pasar las horas. Pasa el barco fiesta con la música a tope y pasa la lancha con la banana y el de la moto de agua y el de la barca con fondo de cristal. Y pasa que el agua es maravillosa, que te bañas y te da gustito. Y pasa que tienes que ir corriendo al agua para no abrasarte los pies. Todo eso pasa en un rincón en el que no pasa nada. ¿Quién da más? ¿Quién quiere más? Yo, no.

Conversaciones en tránsito. Viernes 15.
15:36 Anónima: hola giorginaio... y que hay en Creel?
Yo: En dos minutos estoy contigo, estoy reclamando a la caixa un dinero que me han quitado en Las Vegas
15:37 Anónima: en dos minutos estarás con ML. conmigo, ya, en este instante
Yo: Quién eres??
Anónima: una admiradora
15:38 Yo: Dime tu nombre, porfa
Anónima: prefiero que lo imagines
15:40 Yo: Me llamas giorginaio, con lo cual has de ser alguien cercano. Mujer sin lugar a dudas, más ya no lo sé. Supongo tres nombres pero no me atrevo a pronunciarlo por error
15:41 Anónima: bueno, al menos el mío te lo sabes, ¿no? y ahora la difícil tarea de la deducción a la que nos sometes todos los días
15:42 Yo: EHHHH? No entiendo nada, ahora eres ML, no?
Anónima: soy chl, o mejor ndj. O quizás pds?
15:43 Yo: Lo que eres es una malvada,jejej
Anónima: pues, despues se esta observación, solo te queda un pasoi
15:44 Yo: Conozco a muchas malvadas, si yo te contase…
Más que santas, eso sería muy fácil
Anónima: pero solo una es la chica de los sueños...
15:45 Yo: No, en los sueños aparecen varias, de hecho en la próxima crónica aparecerá otra, creo
15:46 Anónima: me vas a poner celosa...
Yo: Eso te iba a preguntar, si te estás ponioendo celosa, porque eso significa entonces que tu amor no es sano, con lo cual ya me despistas más…
15:47 Anónima: por supuesto que no es sano. Es turbulento
15:48 Yo: Me dejas sin palabras
Anónima: Entre nosotros no hacen falta las palabras...
Yo: Sino…
15:49 Anónima: la pasión no necesita de palabras...
Yo: Ya será menos, no te tires bolos, que ninguna mujer me ha demostrado pasión en los últimos 4 años así que menos lobos caperucita
15:50 Anónima: si no te lo he mostrado será porque no me has dejado. no te he visto receptivo. pero la pasión siempre me ha consumido por dentro
Yo: No me creo nada. Palabra
15:51 Anónima: ese es tu problema, que no te has dejado llevar...
Yo: Además seguro que tienes novio o pareja, y yo ahí ya no entro. Se acaba la pasión
15:52 Anónima: y que más da, si mi corazón, y mi sexo, sólo latian por tí
15:53 Yo: No te pases porque es mentira. No me creo nada, me estás vacilando. O corazón o sexo, las dos no, no puede ser. No estoy tan ciego.
15:54 No te confundirás con otro, quizá mi…, eh??
15:55 Anónima: ¿ y quien coño es tu …? vuelvo a decirte que ese ha sido tu problema, que siempre has estado ciego. Pero bueno, veo que tampoco en la distancia eres capaz de comprender mis sentimientos.
15:56 Yo: No, la verdad es que no. Me tienes muy despistado. Además de ciego por no saber ver tu pasión. Lo siento. Me rindo
15:57 Anónima: yo también me rindo. lo nuestro es imposible. que le vamos a hacer, este fuego seguirá consumiendome por dentro. te dejo con ML.
15:58 Yo: Menos lobos, caperucita
ML: ahhh, noo, conmigo ya no. ahora soy yo la que está celosa
15:59 Yo: Pues resuelvelo con la que está a tu lado. No conmigo. Por lo visto estoy ciego
16:00 ML: menos mal que ya ha llegado el cristal te tu ojo izquierdo
(…)
16:03 ML: qué pasa, conmigo se te acaba la chispa? Cuéntanos tu momento más fantastico de la mañana
Yo: Era A., no? Una excursión a ver indios Tarahumaras, tristes, profundamente tristes,
Anónima: como que A.? quien es A? no te basta con lo que ya me has hecho sufrir? por que me torturas con los celos de esta manera?
16:05 Yo: Bueno, de qué vais, jolines. No me creo nada lo de los celos. O sea, que ahora en la distancia todo el mundo me quiere, todas quieren follar conmigo, algunas me ven en las esquinas, otras se ponen celosas cuando fueron ellas las que se marcharon. De qué va esto, ¡venga ya!
16:09 Anónima: no te mosquees, que yo te quiero igual cuando estás aquí que cuando estás a diez mil kilómetros. era un juego, pero te veo poco perspicaz. no es tan dificil adivinar quien soy
16:10 Yo: Tengo sospechas pero no quiero pronunciar un nombre. Te sentaría mal mi error. Te pondría más celosa…
Anónima: pues pon unas iniciales
Yo: Es lo mismo. Porque conoces las otras
16:11 Anónima: pues sugiere quien puedo ser, sin dar nombre ni iniciales
Yo: Es lo mismo. Me rindo.
16:12 Anónima: te creía más listo, flanagan
Yo: Me da miedo el error, XXX
XXX: bueeeeno, más vale tarde que nunca
16:13 Yo: Tu buen escribir, sólo eso te ha delatado
XXX: quieres decir que no pongo faltas de ortografía?
16:14 Yo: No, como te expresas, la sintaxis, el mantener el tipo tantas líneas, lo nerviosa que te ponen las iniciales,
XXX: ML dice que yo me paso la vida chateando en el match.com. Crees que tengo futuro en alguna linea caliente?
16:15 Yo: Sí, sin lugar a dudas…

jueves, 21 de junio de 2007

Creel. Perdón, no entiendo a los indígenas

Y se está convirtiendo en un problema. Serio. Moral y ético. Y por lo tanto me revuelve las tripas. Es la tercera vez que me pasa y no veo solución. La primera fue en Los Andes, con los aimaras y otras tribus regionales, la segunda el año pasado en Guatemala con las tribus que habitan alrededor del lago Atitlan y hace un par de días con los indios Tarahumaras en la Sierra de Chihuahua. Todos tienen algo en común, son pueblos de montaña. Pero vayamos por partes.

El Chepe, único tren de pasajeros de México
Efectivamente, un país tan grande, tan unido al ferrocarril –todos tenemos en la memoria imágenes de la Revolución con vagones llenos de soldados o revolucionarios– ya no tiene ese medio de locomoción. Lo han desmontado todo durante los 90, al igual que en el resto de América Latina. Quizá el último viaje romántico a través de los railes latinoamericanos lo hiciese Maruja Torres en Amor América (El país-Aguilar, 1993).
El Chepe une Chihuahua con el Pacífico y salva una pendiente de casi 2.450 m sobre el nivel del mar hasta la costa. Es una gran obra de ingeniería. Es una obra de arte superar ese desnivel, construir 410 puentes y socavar la montaña en 99 puntos para construir el mismo número de túneles y llegar sano y salvo a la orilla del mar durante 941km. No es tarea fácil, se necesitaron 63 años hasta concluirlo. Se pasa del desierto, seco y pedregoso a la meseta rica en árboles frutales y se llega hasta la alta montaña para finalizar a las orillas del Pacífico.

Un trayecto, dos etapas
La primera hasta Creel, enclave con nombre gringo nacido para sacar la plata y llevarla a Chihuahua. Punto de partida de excursiones para conocer la cultura tarahumara y la grandiosidad de sus alcantilados, donde realmente empieza la belleza. Esto no es tan enorme como el Gran Cañón del Colorado, pero sigue siendo bestial, algunos barrancos tienen una profundidad superior a los 1800 metros, superan en más de 400 a las depresiones del Colorado. Es demencial mirar hacia abajo y no encontrar suelo en casi dos kilómetros. No apto para cardíacos, las piernas tiemblan sólo al acercarse, sientes un terremoto interior que sube hasta el corazón y te obliga a tumbarte para no morir del susto. Barranca del Cobre, barranca de Urique, de Batopilas, son algunos nombres.
Naturaleza salvaje y sin embargo habitada, allí donde hay un claro, un pequeño recoveco para plantar, hay un chamizo, una casa donde reside alguna familia tarahumara. Impresiona la soledad, las distancias a recorrer para cualquier cosa, son subidas y bajadas de espanto. Con el catalejo se divisan pequeños e interminables senderos que el ser humano ha ido perfilando tras siglos de andanzas. Es paisaje de montaña, clima de la sierra, veranos calidos y húmedos e inviernos heladores, cuesta creerlo, hace unas horas estaba en el desierto y ahora en un paisaje que puede llegar hasta los 20 bajo cero en enero, donde no llueve y sólo nieva. Me lo han contado varios paisanos y como uno es incrédulo tiene que mirar hasta media docena de páginas sobre la Sierra Tarahumara para creérselo finalmente. Uno me llegó a decir que en Creel había sólo dos estaciones la del tren y el invierno.

Lo que también hay en Creel es mota, y muy escondida porque tras dos días de búsqueda no conseguí ni un mísero porro. Hay miedo, mucho miedo. Soy extranjero pero… si soy un agente de… Nadie sabe nada, todos me dirigen a otros… que tampoco saben nada. Al final uno sí que sabe pero su compadre está perdidamente borracho, "quizá mañana…" Mañana me voy. Hay mucha policía, en los trenes, con metralleta a la espalda, hay una campaña institucional contra el narco, "hay perros en el tren, no lleves nada" me advierten. En el bosque hay plantaciones, pistas clandestinas para avionetas destruidas por el ejército. Hay miedo, mucho miedo. Fallida primera incursión, tendré que esperar a … (Silencio, nunca sabes quién te lee).

La segunda etapa arranca en Divisadero, pueblo cercano a Creel y donde comienza realmente el vertiginoso descenso hasta el mar. Son nueve horas de infarto, Un descenso de ácido. Es una montaña rusa a paso de hormiga. Curvas insalvables, puentes, túneles, más puentes, más túneles. Grandioso. Que mota ni que narices el Chepe es un flipe en sí mismo. Cambia el paisaje, pasamos de los pinos y madroños a los cactus más asombrosos, a un arbolado que parece seco, pero es mentira esperan las lluvias de julio para renacer. Cambio de temperatura, del frescor de la montaña a la pura realidad mejicana: calor abrasador, aire irrespirable, pequeñas poblaciones que me retraen a siglos pasados. ¿Dónde estoy, por favor? Es un sueño, es un golpe de calor. Ríos sin agua pero con desembocadura. En Chihuahua los ríos no desembocan en ningún lugar, mueren allí mismo, mueren del calor, mueren en el desierto. Un desierto a 2000 metros de altura. Aquí no, aquí no es desierto exactamente, hay humedad, hay plantas que la inestabilidad del tren me imposibilita fotografiar con nitidez, todas una mierda, todas movidas. ¡Qué desastre de cronista!

Bueno, mi problema, esa profunda tristeza
Desde Creel hicimos un par de excursiones a zonas, rancherías y ejidos habitados por la población autóctona de esta sierra, los Tarahumaras, voz mestiza y corrompida de un pueblo que se autodenomina rarámuri que significa hombres de los pies ligeros. Grandes corredores, compiten en carreras montaña arriba montaña abajo de hasta dos días en unas sandalias que siguen siendo su calzado habitual incluso en invierno. Algunas leyendas cuentan que son capaces de perseguir un venado hasta agotarlo. Pueblo endogámico, sin relación con el exterior, salvo la de recibir dinero del Estado y las mercaderías con los turistas. Y la Iglesia, única comunidad que les puede decir algo. Son seres pequeños, oscuros, verdaderos piel rojas con una tez destrozada por las inclemencias del tiempo. Los hombres visten de occidental en la actualidad y las mujeres como en las fotos. Tristeza, la más absoluta, dolorosa y enigmática tristeza es la que reflejan sus rostros, los miras y no sabes lo que ves, no sabes lo que piensan. Ni los niños sonrien, lo intenté, les hable, no contestan; a una niña de nueve o diez años la piropeé y ni un mueca. Ni una voz. No hablan, os lo juro fueron varios los intentos y ni un monosílabo, salvo para decirte el precio de alguna cosa. No contestan. ¡Que frustración!

Rostros duros, tímidos, asustados. Impenetrables. Imposibles. Absortos en no se sabe muy bien qué. Un pueblo elegido, me decía uno. Busco datos, referencias de por qué son así, y de nuevo Wikipedia me da una posible respuesta:“Dios creó a los rarármuris y el diablo a los chabochis”. (Los chabochis son los no tarahumaras) Bajo la premisa de esta leyenda que se transmite por tradición oral entre los indígenas de la Sierra Tarahumara, subyace una realidad insoslayable: la pobreza y la marginación de las etnias que habitan el territorio chihuahuense. En la leyenda, Dios se enoja con los rarámuris porque perdieron una competencia ante los chabochis. Y de allí devino una sentencia que se ha convertido en práctica ancestral, que durante siglos ninguna autoridad, ni divina ni humana, ha podido erradicar: “...Les dijo que de ahí en adelante serían pobres (los rarámuris) y los chabochis ricos”. ¿Es posible esto?

La lógica de los pueblos
Decía Leví Strauss que los occidentales tenemos la mala costumbre de analizar a otros pueblos con la lógica occidental y no con la del pueblo o comunidad que estamos observando y que de esta forma nunca entenderemos nada. Y es cierto. Y caigo constantemente en mi ignorancia. Y yo quiero entender. Son seres humanos y necesito saber su mecanismo intelectual. Pero cuál es su lógica, necesito conocerla, entenderla, por qué me topo con un muro cuándo intento conversar con ellos, por qué en Guatemala me sucedió lo mismo, por qué no sonríen, por qué no hablan. ¿Escuchan? Me decía Mauricio, profesor de Teoría de la imagen en la Universidad de Guadalajara, gran conversador y magnífico interlocutor, que su padre que trabajó durante años con otra comunidad indígena nunca los entendió, que nunca llegó a comprender la lógica que les hace nacer, desarrollarse y morir. En Guatemala me decía a mi mismo, vale, han sido cientos de años de represión, los blancos les ha aniquilado, explotado, torturado, qué sé yo, pero eso un niño no lo sabe, eso no me parece un argumento para que la inocencia de un menor esquive una sonrisa, un gesto que se salga de la norma de los adultos. Imposible. Tiene que haber algo más. Algo qué se me escapa. Quizá sea ese castigo divino que se les ha interiorizado y convertido en un subconsciente colectivo. No lo sé, pero os juro que es muy frustrante.

martes, 19 de junio de 2007

Chihuahua, de tropezón en tropezón a una gran salto

Llevo varios días de retraso y no veáis como lo siento: por qué negarlo, tengo mono de mi blog, echo de menos esas horas que quito al sueño, el sentarme ante el ordenador y parir experiencias. Pero hay razones que lo justifican: hablo más, converso mucho más, he tenido charlas interesantes con gente de aquí; en estos momentos viajo acompañado, por lo tanto menos tiempo para mi; y por último que llevo tres días de viaje durmiendo en tres sitios diferentes, con lo cual no hay lugar para la reflexión ni para nada, salvo la lectura y la observación. Por fin una pausa de cuatro días. Sol, playa y margaritas.

Pérdidas y más pérdidas
Se puede decir que la llegada a México me dio un gran subidón pero en lo material no acabó de salir bien, la estafa con el albergue de Las Vegas, que no me quieren devolver la pasta de los días no usados; ese último sueño que me hizo daño, he perdido uno de mis relojes y para colofón no encontraba mi tarjeta de débito. Recapitulación, revisar todo, último uso: cajero del Santander. Con el calor, el estrés de la llegada, la espera del amable señor, saqué el dinero y me dejé la tarjeta. Guía de teléfono. Me despido de EH. Corro al banco. Calle arriba, abajo. ¿Dónde coño está la sucursal? Por fin, he pasado ya tres veces delante y no la he visto. Sudo como un cerdo, las chanclas me resbalan. La subdirectora pasa de mi. Todo son problemas. No, le doy lástima y se moja, 2, 3, 4 llamadas. Vuelva en dos horas.

En ese periodo busco un lugar donde conectar mi ordenador, colgar la página y comprobar si han saqueado mi cuenta, paso por el Calicanto, dos chicas están sentadas en la calle con su portátil, les pregunto de algún sitio wireless, me indican la escuela de arquitectura, primero quiero mirar un cibercafé. Cerrado. Vuelvo, les pregunto si ellas tienen internet allí fuera. No saben. Lo comprueban. ¡Sí! Corro a mi hotel, cojo mi mac y en 5 minutos me siento junto a ellas. Ellas son Sarai y Griselle.

Sarai y Julieta, dos ángeles, dos arquitectas, dos Chihuahuenses.
Griselle desapareció en seguida. Y vino Julieta. Sarai y Julieta, arquitectas, mediados los veinte, llevan tres meses con su estudio recién abierto pegado al café Calicanto. Una mesa, tres sillas, dos ordenadores, algunos libros, las paredes aún desnudas, una impresora y mucha, mucha ilusión. Algunos proyectos entre manos, y muchos planes en la cabeza. Allí entré, allí me abrieron sus puertas, allí se deshicieron en esfuerzos para que yo estuviese cómodo, para que me pudiese conectar. Les digo emocionado si les puedo invitar a alguna cosa, al final son ellas: ¿Café, soda, agua, qué quieres? Todo en español, mi lengua. Todo tan fácil. Todo con una sonrisa. Son dos horas intensas hasta volver al banco. Mientras, cuelgo la página, coloco las fotos, leo los comentarios de Las Vegas, contesto a varios emails, charlo con las dos joyas chihuahuenses y en un chat intento recomponer mi relación, siempre hermosa, con Azuvil. Todo funciona, soy una máquina. Parezco una mujer, hago varias cosas a la vez. No doy crédito a lo que me está pasando. Comemos juntos, me pregunta Julieta. Por mi sí, pero no estoy solo. Ya es tarde, corro al banco. No hay tarjeta. Corro al hotel. Anulo tarjeta. Corro a buscar a EH. Comeremos con Sarai, con camiseta azul y Julieta, con camiseta blanca.

Durante la comida hablan de lo que hay que hablar: de comida, nos preguntan si hemos probado esto y lo otro. Acabamos de llegar, me defiendo. Nos dan mil consejos, nos recomiendan mil destinos. ¡Ni en un año! Les invitamos a comer y parecen dolidas. Julieta quiere que me quede más días. Con ganas lo hubiese hecho de viajar solo. Propone tomar un trago por la noche, pero con la exigencia de pagar ella. Ya veremos, le digo. A su vez nos proponen que le acompañemos al día siguiente a ver su primera casa prefabricada que les ha comprado un amigo y que la están fabricando miembros de la comunidad Menonita a hora y media de coche de Chihuahua, en Rubio. La relación con esos dos ángeles parece la de unos viejos amigos que hace mucho tiempo que no se ven y tienen mucho que contarse. No paramos de hablar: México, España, urbanismo, arquitectura, Vancouver, Julieta ha estudiado allí y también se enamoró de esa urbe. Después de comer nos acompañan a ver alguna de la maravillas de su ciudad que no son tantas, pero como vas a decir que no a alguien que se desvive por ti, yo no puedo. Lo mejor, la casa de la viuda de Pancho Villa, donde se despiden para vernos más tarde y tomar unos tragos.

Pancho Villa, El Centauro del Norte
La Casa de la Revolución es el lugar donde se exponen la vida y milagros del campesino bandido metido a revolucionario que acabo asesinado en su coche oficial como gobernador de Chihuahua, es decir pasó por todos los estamentos sociales de la época. Además de la revolución tuvo tres grandes vicios (lo cuenta Wikipedia) "los buenos caballos, los gallos valientes y las mujeres bonitas. No se sabe con certeza cuantas mujeres tuvo, pero si se sabe que se casó por la ley como 75 veces, que al final, sólo siete reclamaron ser sus legítimas esposas…" En la Quinta Luz, que así se llama la casa no tiene realmente ningún valor, los objetos allí expuestos (fotos del revolucionario y de la Revolución, armas, enseres de la vivienda poca cosa más) están bien para pasar un rato pero no para decir que es un museo al uso, el criterio museístico es muy relativo. El resto de la tarde, un par de fotos, buscar y no encontrar una guía de México en todo Chihuahua, con casi un millón de habitantes. Increíble. Por la noche unas chelas, tequila, mojitos y muchas risas con el novio de Sarai, mesero, de nombre Jorge.

Los Menonitas. 500 años de huida
Muy breve: Comunidad anabaptista que en 1550 salen de Holanda, hacia Prusia, después huyen a Ucrania, de allí con Stalin, marchan a Canadá y en 1920 al prohibirles sus enseñanzas en alemán antiguo se desplazan ocho mil personas al Norte de México donde actualmente forman una comunidad muy rica de más de 35 mil miembros. Bueno pues allí fuimos, el cliente, las dos chihuahuiñas, EH y yo. Charla amena, yo preguntón. Parada para probar las famosas paletas (helados) chihuahuenses. Trayecto con una zona comercial muy rica en los arcenes. Ahí hay dinero.
Y es muy extraño ver a personas rubias, con ojos azules, vestidos, en parte, las mujeres con pañuelos rusos, hablando un idioma que no se escribe, en los parajes más ricos de todo el Estado de Chihuahua. Como siempre son las mujeres las que conservan las tradiciones mientras que los hombres visten más occidentales. Los niños hablan cuatro lenguas: español, alemán bajo (transmisión oral) alemán actual e inglés. Los adultos entre sí en bajo alemán salpicado de "ahorita", "ándale" y mejicanismos parecidos. Con los extraños platican como cualquier mejicano, no hay diferencias.

Cuauhtémoc, empeños, sombreros y jornaleros de la manzana
A la vuelta comemos de nuevo juntos, lo que ellas digan, yo me dejo llevar. Nos despedimos. Nos dejan en Cuauhtémoc, ciudad dominada por un silo con el anagrama de coca-cola en toda su altura, donde pernoctaré para seguir viaje al día siguiente en el único tren de pasajeros que queda en todo el territorio de México, El Chepe. Al igual que en Chihuahua los comercios que más se estilan son los de empeños, toda la ciudad está llena, y los de sombreros, hasta ahí podíamos llegar. Pequeña compra de frutas, siempre tan ricas en esta parte del mundo. Baterías nuevas para el reto de mis relojes. El tiempo se había parado par ellos, no para mi. Hay que prepararse para la Sierra. Todo el mundo habla de la Sierra. Estamos a 2.055 metros sobre le nivel del mar, es solo la meseta y cientos de personas bajan para trabajar en la recogida de la manzana. Se les ve a kilometro son los parias: los indígenes. Nos registramos en el hotel Unión a 36 $ la habitación doble que regenta una señora con muy buena planta que me dice que en su hotel sólo trabajan mujeres y que todas ellas son las que llevan la economía de sus hogares. Su hotel, además de tener bar y restaurante tiene un "ladies bar" donde cada tarde hacen tertulia un grupo de mujeres, eso sí, al final de la estadía porque al principio están los prohombres de la ciudad hablando de política y de reses. Le pregunto sobre el papel de la mujer en el Norte y me viene a decir que casi el 70 % está empleada y con mucho poder. Y la creo porque las que hasta ahora he encontrado, incluida la que regentaba el hotel en Chihuahua, parecen mujeres hechas y derechas a las que no acobarda ningún macho con sombrero… o quizá sí.