jueves, 31 de mayo de 2007

Los Ángeles. Venice Beach, un día de asueto

Hoy ha sido un día de descanso. Estoy en Los Ángeles, en Venice Beach, en un albergue pegando a la playa, 25$ por noche con tres chicos más. Todos surfistas. Aquí es lo que se lleva. Ha amanecido cubierto, como todos los días en el Pacífico, desayuno mejicano, con burrito incluido. Revisión de emails. Contestarlos. Preparar mis últimas rutas en los Estados. Me quedan 10 días: Las Vegas, en albergue con habitación individual, 46$; Flagstaff, a las puertas de Grand Canyon, 19$ habitación compartida. Quizá el Valle de la Muerte –desierto más abrasador que el infierno–, depende del precio de la excursión… y de las ganas. Sólo 10 días y ya seis semanas en ruta. Nunca había estado tanto tiempo fuera de casa… y lo que me queda. ¿Si la echo de menos? No. No me acuerdo de ella. Sé que está allí, esperando mi regreso, pero se lo dejé claro, iba para largo. Ella lo entendió. ella me es fiel. Y cuando vuelva me acogerá con el mismo cariño con que me ha tratado en los momentos difíciles, a pesar de no haberla cuidado hasta días antes de mi escapada. Igual que mis íntimos. Tampoco les añoro. Me miman a distancia. Velan por mi y lo noto. Estoy en otra historia y ellos también lo saben. ¿Qué si añoro algo? Sí, pero eso también lo añoraba tirado en el sofá de mi casa. Así que no es nada nuevo en mi vida.

Hoy toca relajarse, reflexionar o no pensar en nada. Ver tiendas en el paseo marítimo, el calor empieza a pegar en las horas altas del día y necesito con urgencia unos pantalones. Me aso vestido de negro. Y unas chanclas, pero todavía no me atrevo a desnudar mis pies. Sólo yo conozco ese momento. Ando mucho y las hawaianas no me ayudan. Hoy toca pasear, sentarse en las terrazas y disfrutar de la brisa y del olor a salitre. Y mirar. Tomo mis dos primeras cervezas del mediodía, y lo noto. Se me suben a la cabeza y me bailan las letras en las notas de mi cuaderno. Estoy un poco pedo y me fumaría un cigarrillo, a ser posible doble de lo normal. ¡Puto tabaco! Acabo de ver como un grupo de mejicanos cerveza en mano le echan, además de lima, sal. Les imitaré.

Dicen que este paseo marítimo es peligroso por la noche, no lo sé, pero por el día es un remanso de paz, un lugar para el disfrute. Gente en bici o patinando, los surferos a lo suyo esperando la ola, los afroamericanos también a lo suyo, el basket; unos latinos juegan al frontón, las abuelas con sombrero toman los primeros rayos del día, cerca de la estación de policía. Los musculosos endurecen su extremidades en la Muscle Beach, un gimnasio al aire libre. Más latinos, esta vez, caña en mano esperan que caiga algo en sus anzuelos. Una pareja se besa. Los más jóvenes hacen piruetas con sus tablas de skate. Todo muy veraniego. Los mendigos no cambian, esperan que caiga una moneda en sus redes, esta vez con sombrilla. Las dos "Coronas" hacen efecto, me tumban. Buena idea lo de la sal.

Estamos en junio, en El Pacífico, a la vista resulta feo, sucio. Está turbio, de tono verdoso. Y frío. Todo se debe a que está lleno de vida. En esta época del año las corrientes vienen cargadas de nutrientes, de placton, un festín para los que habitan estas aguas. La vida submarina está en plena ebullición. Hay muchos invitados, sardinas, atunes, tiburones, ballenas. Todos buscando el mejor bocado. Es el ciclo de la vida… y de la muerte. Unos viven para que otros mueran o al revés, no sé. Nadie se baña, o muy pocos, a pesar de que el calor exterior lo pudiera recomendar. A 15 grados centígrados no apetece. ¡Por favor, que dos chicas tan bonitas se acaban de sentar a mi lado! ¡Qué piernas! Pero las aguas calientes no llegan hasta mediados, finales de julio, que coincide con sus mejores colores. Sus aguas se tornan azules y trasparentes. Mientras tanto neopreno.

Llega la tarde, se levanta el aire. Frío. Son las corrientes del Oeste. La gente se recoge, los bancos se vacían, los puestos de venta a lo largo del paseo echan sus cerrojos. Los niños apuran sus últimos minutos. Los ciclistas devuelven sus bicis. Los surfistas portan sus tablas bajo el brazo. Los mendigos con sus carritos y su sombrilla buscan abrigo. Los alberguistas compran sus viandas y litros de cerveza para emborracharse en la sala del hotel. De fondo Red Hot Chili Peppers, Californication, su mejor disco. Gritos en inglés, alemán, francés, sueco, poco español, sólo el mío, pero yo callo. Yo escribo, eso sí, hoy, con tres cervezas.

miércoles, 30 de mayo de 2007

¿La tierra prometida? ¡California!

Ya han pasado algunos días desde que abandoné Yosemite. Cambié la montaña por la costa. Destino: Monterey, que nadie la conoce y que tampoco es necesario conocerla. El trayecto me lleva por el interior. Topónimos en español por todos los lados. Lo llamaron la tierra prometida, hoy es el Estado Dorado. Y algo de verdad hay en ello. Por aquí ha pasado todo dios y no se han ido, al menos que les hayan echado

Estamos en California. Aunque descubierta a mediados del siglo XVI., esta región se la inventó un franciscano español, Fray Junípero Serra, que se vino desde mexico en 1768 con un ejército de vacas, cerdos, ovejas y semillas y arrimado a la costa del Pacífico fue creando misiones, según avanzaba hacia el Norte, que con el tiempo se convirtieron en ciudades (San Diego, Los Ángeles, San Francisco, Sacramento, entre otras) es decir el meollo de este Estado. Realmente un visionario. Pero por estas tierras ha pasado mucha gente, muchos pueblos. En 1822 paso a ser mejicano, en 1845 estadounidense, luego vino la fiebre del oro y se llenó de británicos, más tarde daneses y suizos, en 1872 con el ferrocarril hubo poblaciones que llegaron a tener el 10% de su población china. A finales del XIX los japoneses plantaron las fresas. Ya en el XX mejicanos, italianos, suecos, filipinos. Hasta sus propios compatriotas emigraron durante la Dust Bowl, la gran sequía de los años 30. ¿Quién falta?
Hoy de hecho sólo 60 % de la población es angloparlante, el 26 hispana y un 3 china, tagala o vietnamita. Es el Estado más poblado y creciendo. ¿Cómo será esto dentro de 50 años? ¿Dominarán los chinos?, ¿Será hispana? Difícil. Pero aquí los asiáticos tienes mucho que decir. Hay muchas parejas mixtas, tienen muchos negocios, los latinos trabajan para ellos y no al revés. No sé, esto es muy interesante para la política ficción.

Monterey, no olvides llevar a la familia
Esta población costera vive de la agricultura cercana, del ejército y del turismo que se concentra en un acuario edificado en lo que hace 40 años era parte de la industria conservera de la sardina, la famosa "Cannery Row en Monterey, California es un poema, una peste, un rechinar, una calidad de luz, un tono, un hábito, una nostalgia, un sueño" dijo Steinbeck. La sobreexplotación acabo en diez años con los caladeros. Y allí fui yo, al famoso acuario, (el resultado fotográfico en el concurso de niños , dos crónicas más abjo) con cientos de niños y cientos de padres. Resultado no vi nada o lo que pude ver fue tropezando con carritos, pisando a madres, evitando codos de niños que se giraban impresionados por ver una tiburón. En fin, eché de menos a Herodes y hubiese matado a más de un padre o una madre, con sus malditos carritos. Horroroso. Típica situación en que entran en conflicto los intereses de los no-padres con los padres. En el fondo si querían enseñar algo de biología marina a sus hijos no pueden escoger peor escenario y todo esto, además, en fin de semana. Monterey da para poco más, uno se puede dar un paseo por la bahía en bici, o puede visitar los restos reconstruidos de lo que fue la misión creada por los franciscanos.

Camino de Santa Bárbara me paré en Salinas, lugar donde nació John Steinbeck, como homenaje a mi amigo JAES, que el otro día habló de este premio Nóbel en su blog. Fue una parada corta, visita al Centro Museo, muy interactivo, como suelen ser este tipo de museos en los EEUU (también el acuario de Monterey), me compré su libro "La uvas de la ira" que cuenta las aventuras de un granjero que huye de la pobreza en Oklahoma camino de la Tierra Prometida, y continué viaje por La California central.
La tierra de esta región es rica y se nota, hay grandes plantaciones de fresas, espinacas, espárragos y mucho frutal. En el mercado semanal de granjeros en Santa Bárbara puedes encontrar albaricoques, cerezas, naranjas, pomelos. Todo made in California. Y es que este Estado, el mas rico de los EEUU y séptima potencia mundial si fuese independiente, tiene de todo. Industria en el Norte, Silicon Valley en la bahía de San Francisco, la industria cinematográfica en Los Ángeles. El mayor número, junto a Alaska, de parques nacionales de los EEUU, Bosques en el interior. Agricultura como una gran espina dorsal que la recorre. Grandes viñedos en el centro, Petróleo en sus costas.¿Alguien da más?

Santa Bárbara, la riviere francesa en el Pacífico
Hoy he tenido envidia de los jóvenes. Ha sido en Santa Bárbara, pueblo de la costa ya cercano a Los Ángeles. Su estructura central es tipo ciudad colonial española, división en cuadras con casas de paredes blancas y tejados rojizos. El aspecto global, alejándote ya del centro, es de una pueblo de la riviere francesa. Rico, hecho para jubilados, todo muy cuidado, ordenado, aceras anchas, comercios de lujo, flores ¡como olía el jazmín, por favor! y arboles rodeándolo todo. Una bahía preciosa, con paseo marítimo, palmeras y césped. Un destino caro, como me decía el imbécil que me atendió en el albergue. Además y ahí esta su punto juvenil tiene universidad. Cinco, para ser exactos. Pijos yanquis (primera vez que utilizo este término), muy rubios ellos y ellas, descapotables nuevos, ropas tono pastel. No podemos olvidar que nos acercamos a LA. En fin, lo más apropiado para mi.
Pero decía que hoy he tenido envidia de los jóvenes, y no precisamente de los anteriormente descritos, sino de la juventud en general. De su espíritu, de cómo se comportan, se reúnen, se conocen. Ha sido en el albergue, por la tarde, yo escribiendo y ellos divirtiéndose. Había alemanes, llegaban suizas, dos suecas miraban una peli, más alemanes con sus cervezas, unos canadienses viajando en furgoneta, un par de asiáticas, un par de rusas trabajando durante el verano en el albergue. Me he sentido viejo entre tanto veinteañero, tanto que me he ido a comprar un pizza y luego directamente a mi habitación.

lunes, 28 de mayo de 2007

Sueños sin imágenes

Sueño panameño
Tuve que volver a Madrid por cuestiones que desconozco. De nuevo. Alguien me llamó. Alli me encontré con JFBA y con XX que le acompañaba. Anduvimos por La Castellana y alrededores. JFBA no paraba de preguntarme por mis necesidades, estaba empeñado en comprarme unas botas. Le argumenté que no las necesitaba, que las que llevo puestas son buenas. Impermeables. Las adquirí el año pasado antes de ir a Nicaragua. El insistía pero me mantuve firme. No las necesitaba, no quería cargar con más equipaje, aunque tuve dudas con una cámara de fotos, dado que la mía se iba a romper un poco más tarde. Les dejé. Me dirigí andando a mi casa de Gimbte (primera población donde residí en Alemania, a diez km de Münster) a través de un bosque tropical, cuesta abajo, siguiendo las vías del tranvía de San Francisco. En el trayecto me cruce con uno de pasajeros, otro de mercancías y un tercero de reparaciones. A mitad del recorrido vi que mi cámara de fotos estaba encima de una mesa camilla. La cogí en la mano y seguí mi descenso. De repente empezó a salir agua de uno de los objetivos, tenía dos como los primáticos. No entendía nada. Aquello no paraba de manar agua. Cuando tenía la sensación de que aquello iba a acabar agitaba la cámara para secar las últimas gotas y volvía a manar. Me desperté. Es absurdo, me dije.
Vuelvo a conciliar el sueño. Estoy en el aeropuerto para volver a retomar mi ruta. Veo a tres niños de unos siete años iguales, mismo corte de pelo, mismo polo azul, mismo pantalón corto beige. Sus padres les siguen. Me digo "mira trillizos". Sigo mi camino hacia la zona de embarque. Me los vuelvo a encontrar, pero esta vez se han unido al grupo cuatro niñas de unos cinco años. Exactamente iguales. Exacta melena rubia, lisa por debajo del hombro, exacto polo azul entallado y exacta falda color beige. Su madre permanece apoyada en el respaldo de un banco. Me dirijo a ella, "madre mía, cuántos hijos", "Sí y aquí llevo –me enseña una cajita redonda y trasparente– los otros cinco". En su interior efectivamente hay cinco bolas semitraslúcidas algo superiores a una canica. "Estos decidimos no tenerlos, pero siempre los llevamos con nosotros" me comenta. "Claro, son muchos gastos tantos hijos…" afirmo como si tuviese experiencia.
Aparece el marido. Me presento. Me dicen que son panameños y que viven en el XX, conocido barrio lujoso de de la capital. Es cierto no parecen pobres. Son blancos pero tostados por el sol. Su piel es fina, cuidada. Él, pelo castaño con flequillo en forma de visera, ella algo gordita, como buena latina bien situada, y cabello como sus hijas. Visten igual que sus cachorros. Polo azul, pantalón corto beige él, falda beige hasta la rodilla, ella. Les comento que mi vecina RR me ha dado la dirección de AR, expresidente de su país, mi miran con cara de circustancia y como de cierto de desprecio hacia el personaje y me dicen "ah, sí, vive en YY población de alto standing cercana a la capital"
Estamos a punto de despedirnos, les digo mi nombre y les pregunto por el suyo y si me dejan hacerles una foto. Se niegan, "no puedo" dice él con una espléndida sonrisa. "…¿Y una foto de espaldas? Tampoco. "¿Y de los niños? Tampoco. Esa fue nuestra despedida.

Las consecuencias de un beso en los morros
SEV (Seudónimo) se disculpó el otro día, me aclaró el malentendido y lo hizo con "un beso en los morros". Me lo comí. Ha tenido consecuencias. Nocturnas. SEV vino el sábado a eso de las tres de la tarde. No la esperaba. Quería verme. Habló de temas que me agotan y que nos atan. Le propuse dar un paseo por la ribera. Vivo en Madrid. Solo. A orilla del río Manzanares, mi casa es moderna, de arquitectura racionalista, con jardín frontal y vistas al paseo fluvial. Muy Vacouver. Es Vancouver. Salimos, nos desvestimos y caminamos desnudos. Su cuerpo es hermoso, pechos pequeños, fina cintura y nalgas de volver la mirada. Su cara preciosa, llena de misterio. Yo, con curvas donde antes había líneas. Anduvimos un buen rato, no recuerdo si hablamos o no. Me gustan los silencios, le dije. Me tomó de la mano. Al rato se paro, se puso ante mi, posó una mano sobe mi nuca, la otra en la mejilla y me atrajo hacia si. Acercó sus labios. Me besó. Sin vicio, suave pero con pasión. Sabe lo que hace. Ha besado ya a muchos hombres. Me asusté, pero no la rechacé, aunque me sientía bloqueado. Nos tumbamos en la hierba. Nuestros actos no pasan de las caricias y los besos. Mil imágenes recorren mi cerebro. Qué hago yo aquí. Ella tiene una vida estable. La mía casi siempre inestable. Ella tiene compañero, coche y casa. Yo no tengo nada y además estoy de viaje. Me levanto, me sigue. No hay reproches. Me sonríe y paso delicadamente mi mano abierta por su cara. Cierra los ojos y mantiene la sonrisa. Nos vamos. ya cerca de mi casa dos matrimonios cerca de los 60 se desnudan y nos sonrien a su paso. Seguimos desnudos.
Un despertador suena, mi vecino de litera salta. Son las 6.45. ¡Qué ha pasado! Estoy sudado, asustado. Me levanto, no puedo dormir. Voy al baño y tomo apuntes. Es la primera noche de calor después de dos frías. ¿Habrá sido eso? Me duermo

En traje de lino blanco
Me quería vestir elegante para la ocasión. El blanco me favorece y el lino, lo mejor para el verano. Así que salí de blanco, traje blanco, camisa blanca, sandalias blancas y sombrero blanco con una cinta negra. Me acerqué al puerto, directamente al muelle 39, al asiático, donde trajinan con sus pescados, verduras y donde se puede comer directamente en la calle. Yo era un habitual del 39. Fui directamente al puesto de Yu-Sang, una anciana vietnamita, fina, en los huesos, llena de hermosas arrugas. Su mirada siempre triste. Me recibe en cuclillas, en esa posición corporal que los occidentales nunca podemos tomar; me pregunto si alguna vez se habrá levantado, nunca la he visto de pie. No hablamos, ya no recuero la última vez. Casi no habla inglés u otra lengua, apenas si la he visto alguna vez mantener una conversación con alguien. Yo llego, me sonríe, me sirve lo que tiene, le pago y me voy. Es un acuerdo entre nosotros. Hoy sería la última vez. Sería la última persona que me vio. Horas más tarde un cuerpo con el estómago lleno flotaba sin vida en el muelle. Vestía de blanco, traje blanco, camisa blanca y sandalias blancas. Un sombrero blanco con una cinta negra no se alejó, seguía fiel a su propietario. Dieron las ocho y media. Tenía que levantarme, desayunar y hacer la maleta.

Monterey, un juego animal para los pequeños lectores

Como sé que tengo algunos pequeños lectores/as, que aunque no entienden todo lo que aquí se escribe, lo cual es muy normal, porque… ¡¡¡que rollo son las cosas de las que hablamos los mayores!!!, le he oido decir más de una vez a alguno de ellos. Pues por esa razón me he decidido a crear una página que seguro que les gusta.
Eso sí, requiere un poco de esfuerzo dado que como vereís ninguno de los animales que aparecen lleva nombre, entonces el juego a realizar es ponerle nombre a cada uno de ellos –hay uno especialmente importante, y es condición saber su nombre para seguir pudiendo participar– y enviármelo por email algún mes de estos.
Habrá premio para el primero/a que me envíe el mayor número de respuestas válidas. Como yo tengo el listado decada uno de los nombres de estos dulces y terribles bichos, será fácil saber quien es el ganador.
Para poder participar se ha de contar con menos de 14 años. Para daros una pista os envío la dirección del aquario en donde hice las fotos. Aunque creo que vais a necesitar consultar alguna página web más o alguna enciclopedia. Para cualquier pregunta, sugerencia, reclamación o lo que sea ya sabéis que existe en cada página la posibilidad de hacer algún comentario. Ese es también vuestro espacio, niños y niñas.

domingo, 27 de mayo de 2007

Yosemine, por la senda de los gigantes

Salí temprano. No hay cafés en mi recorrido. Únicamente habitantes de la calle y los corredores de la mañana. Mi destino Yosemite. La montaña. Parque Nacional. Que eso por estas tierras es tan sagrado como la bandera. En SF, aunque parezca mentira no hay estación de tren, sino un servicio de autobuses que te llevan a casi 20 km para cogerlo allí. En Emeryville cojo el tren hasta Merced, y allí un autobús hasta Midpines, a 50 km de la razón de mi visita. Y llego al albergue a la americana, montado en la trasera de una pick up. Bien.

Yosemite, con la boca abierta
Pero para entender de lo que vamos a hablar hay dos formas de hacerlo, una, cogeros un trozo de plastilina, grande, extenderla: longitud 10 cm, con un ancho de 4 o 5 y un grosor aproximado de 2 y, esto es importante, pasad el dedo por medio, con fuerza, que se hunda, a lo largo y haciendo una pequeña curva. Bien, ¿ya está? Bueno, pues el surco que habeís creado es a lo bestia lo que ha hecho aquí la naturaleza para formar esta enorme "U" que se llama Yosemite. La otra solución, mucho más fácil, os vais directamente a Google Earth con los parámetros y las instrucciones que os doy en la ruta real y lo veréis con exactitud, no olvidéis mover el ratón para iros introduciendo en el valle. Ahora que lo habéis hecho os cuento que estáis en el "lugar de la boca abierta" según la lengua de los indios originarios, los Ahwahnee. Lo que ya no sé es si ellos lo denominaron así por la forma o por la propia expresión del ser humano al visionar la fuerza de la naturaleza al crear esas formas.

Árboles como gigantes. Porque decidme, qué cara se te puede poner cuando tienes antes tus ojos, cuando estás tocando un ser vivo que tiene 2.700 años de existencia y que sigue creciendo. ¿Decidme si sois capaces? Yo me lo quería comer , lo quería manosear, estrujar, algo imposible cuando tiene casi tres metros de diametro. No podéis entender la sensación de enanismo que te entra al ver semejantes mastodontes. Cuando observo las fotos y veo como se une a la tierra me imagino los pies de un gran monstruo, de un Troll gigante. Además sus raíces no son profundas, no, se extienden sobre la superficie y se juntan con las de otras secuoyas, que así se llaman estos árboles para apoyarse mutuamente. Os imagináis un arbol resistente al fuego, imposible de quemar, pues sí la secuoya. Las llamas no pueden con él. Es un gigante, que además insulta a los que le cortan porque su madera deja de tener fuerza y sólo sirve para palillos y menudeces. Les dice a los humanos, joderos porque mi muerte no os va a dar beneficio. Ha sido una muerte inútil. Ver arboleda Mariposa en Google Earth.

Un monstruo de roca. O que expresión manifestaríais al ver el mayor bloque de granito del mundo, una roca, una mole ante vuestros ojos, desnuda, imponente, dominando con su fuerza todo lo que le rodea. Yo grité y extendí mis brazos, sintiéndome un salvaje más. Quise, por unos momentos volar. Me gusta la naturaleza, me excita de hecho. El desierto, los glaciares, las tierras desgarradas del Puno, la Selva, un río helado con un trailer encima son sensaciones muy fuertes, amigos. Es la Naturaleza extrema. Dentro de mi siento un fuego que no sé reprimir y me da por saltar o extender los brazos, o gritar, o hacer cualquier tipo de locura que exprese placer, dado que no puedo tener un orgasmo, pero la sensación lo juro que es similar. Ver Capitán y Glacier Point en GE.

El rugido seductor. He visto a poca distancia la quinta mayor catarata del mundo (Yosemite fall) y he estado a pocos metros de otra igualmente impresionante, la Vernal Fall. En Venezuela veré la primera, el Salto del Ángel y no sé lo que sentiré en ese caso, pero yo, que odio el agua fría me he dejado mojar por su espuma, por esa cortina de agua que provoca la fuerza con la que choca contra el suelo. Es su derecho. Es su terreno, porque no somos nadie para decirle déjame en paz. No, aquí no. Aquí lo admites o te vas. Además esas gotas que te van mojando posees un elixir que te va seduciendo y si no prestas atención te pueden llevar hasta su centro, hasta la muerte. Es un canto de sirenas. Las cataratas también hablan, lo suyo es más bien un rugido constante, un grito sin pausa. Ver Yosemite fall y Vernal fall en GE.
En fin, que tenéis a vuestra disposición 1.300 km de caminos para perderos. No vayais nunca en verano dado que recibe unos cuatro millones visitantes. Además las cataratas dejan de rugir en esa época del año: se han quedado sin agua. Lo mejor la primavera y el otoño.

El color del caribe en la Sierra californiana
Como siempre al llegar a un albergue hay que esperar hasta que te den la cama, así que me fui al bar y allí me encontré con dos jóvenes dominicanos que se ofrecieron a echarme una mano en todo lo del inglés. Aritza y Michael. Acababan de llegar y tenían permiso de trabajo para cuatro meses. Michael, positivo, estaba feliz, su inglés de nivel bajo pero con soltura y mucha alegría. Apenas 20 años y estudiante en su país. Venía de cocinero y ha empezado de friegaplatos. No le importa, a fregar le enseñó su madre.

Pero Aritza no es feliz, Aritza es casi una niña, 18 años y la primera vez que sale de casa; y pasadas unas horas en ese albergue, apartado del mundo, rompe a llorar. Ella, que tenía que estar en Nueva York; ella, que quiere comerse el mundo; ella, que se reía de sus amigas por los destinos cutres que les habían tocado. Ella, estaba allí, en un albergue de montaña haciendo camas, apartada del mundo, perdida. Lloraba desconsolada, llamaba ente lagrimones a su mamá en Santo Domingo, a su hermana en NY. "Me quiero ir" pregonaba a todo el mundo. Yo intentaba consolarla, "dos meses pasan en seguida", los otros dos restantes sí que los pasaría en NY. A ella le daba igual, un día más allí le parecía la eternidad. Se consolaba por la noche leyendo la biblia, "A lo mejor Dios me ayuda" decía. Era una Biblia, pequeña, la más pequeña que he visto, ni con gafas conseguía yo leer una letra, pero ella sí, e incluso la comentaba con Michael, también muy devoto.

Aritza no sabe cuántos hermanos tiene
Le pregunté por su familia, por el número de hermanos y me respondió "muchos, no sé cuántos, depende si hablas de mi mamá o de mi papá" . Perdona, no entiendo, Me explicó, en cas de mi mamá tengo dos, pero mi papá trabajaba en una cervezera como representante y allí por donde pasaba dejaba algún hijo, ahora vive en Puerto Rico y creo que allí tengo dos hermanos más, con lo cual no sé exactamente cuántos hay por La República Dominicana. Algunos viven en los Estados Unidos y a muchos no les conozco. Historias de El Caribe.

Elfie, tan alemana, ha encontrado su hogar
La conocí el segundo día de mi estancia. Fue por la mañana, al montarnos en un minibús para la excursión a Yosemite. Me preguntó mi nacionalidad y yo la suya. Alemana. Wie schön! Qué maravilla, le respondí. Me miró extrañada. Se lo expliqué. De golpe, sin miedo, sin pausa. Cinco días sin hablar con nadie es mucho. Me entendió. Ella pasó lo mismo en SF. A Elfie, como buena alemana, le gusta California, de hecho es un de los destinos preferidos por ese pueblo, y no sólo por sus ciudades, sino por sus bosques, su paisaje. Es feliz allí: wie schön, repite constantemente, tan alemana! No quiere irse. Otro joven alemán que también está con nosotros y que lleva un año viajando afirma que allí donde se pueda caminar encontrarás un alemán y no le falta razón. A Elfie le delata su acento a pesar de llevar viviendo casi 20 años en Berlín, es bávara y por ello pronuncía mi nombre mejor que el resto de sus conciudadanos. Hay comunicación. Nos entendemos. Nos necesitábamos. No paramos de hablar. Yo soy feliz, ella parece serlo.
Elfie viaja sola, trabaja de redactora de páginas web y se ha tomado un descanso de tres meses para recorrer unos cuantos países de América. No tiene destinos fijos. Es una mujer viajada, ha visto ya mundo y por lo que parece, no habla de temas personales, siempre sola. Es joven, aunque mayor que yo, desconfiada y con mirada fría. Esos ojos los conozco, los he visto antes. Muchas veces, pero no les temo. Guardan las distancias pero buscan cercanía. Su tipo, como buena alemana a esa edad, es hermoso todavía. Saben cuidarse, no se puede negar, y ella más si cabe, no bebe, no fuma, no come carne. Demasiados noes para un pecador como yo. Un beso, Elfie, para cuando me leas.

Escribo desde Monterey, pero lo aquí ocurrido, nada especial lo dejo para otro día.

miércoles, 23 de mayo de 2007

SF. La materia de la que están hechas las cosas

"If you're going to San Francisco,
be sure to wear some flowers in your hair...
If you're going to San Francisco,
Summertime will be a love-in there"
San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair)"
John Philips, The Mamas & The Papas


100.000 jóvenes, hombres y mujeres, tomaron las calles acabado el curso escolar. Todos venían bajo una consigna: "Sí vas a SF, estate seguro de llevar una flor en el pelo". Ya desde Semana Santa empezaron a venir "los niños flor" eran las primeras gotas de lo que luego fue una tormenta de gente. Tomaron el distrito de la Haight Street y el parque limítrofe, el Golden Gate Park. Vagaban arriba y abajo, no buscaban nada, pero anhelaban un mundo nuevo. Había un éxtasis colectivo. La consigna había sido proclamada en enero de ese año, 1967, durante un acto contracultural denominado Human be-in, donde se buscaba la vida en comuna, la conciencia ecologista y la expansión del conocimiento, todo regado con las ideas del movimiento hippie, las teorías de la generación beat y de los jazz hipster, y al ritmo de The Grateful Dead y Jefferson Airplane, entre otros. Ah, y no olvidemos un alucinógeno que tuvo en el 66 su gran explosión y su defunción, traducido en la prohibición de octubre de ese año, el LSD, los "tripis". Toda esta mezcla provocó hace ahora 40 años lo que se denominó "Summer of Love", el verano del amor. Unas semanas después, en Monterey, a 188 km, tuvo lugar el primer festival rock de la historia. 200.000 lo escucharon. California se convertiría en la capital mundial de la música.

El arquetipo americano
Fue un festival, fue una concentración hippie, qué fue, fue … "la materia de la que están hechas las cosas" titulaba el San Francisco Chronicle en su edición del pasado domingo –y tres días más– un gran reportaje sobre aquel verano florido. "En el momento en el que aquel verano legendario del amor golpeara San Francisco hace 40 años, la fiesta estaba ya en Haight-Ashbury, (nombre proveniente de la intersección de esas dos calles)" y continua afirmando que "con todo la mitología de ese verano en 1967 nunca ha desaparecido. El hippie de San Francisco, bailando en Golden Gate Park con el pelo largo floreado, ha hecho tanto por el arquetipo americano como los pistoleros y los vaqueros que vagaron por el oeste salvaje. Más importante todavía, la ascensión de la contracultura de los años 60 ha tenido un impacto significativo en nuestra cultura hoy. El verano del amor resuena en las clases de yoga, en la música pop, en el arte visual, (…) en las actitudes hacia las drogas, la revolución del ordenador personal, y en la loca huida actual hacia el conciencia ecológica de América."

Todo esto forma parte de esta ciudad, tanto o más que el barrio chino, el puente o su bahía. De todo eso no queda nada tangible, real, permanece el mito, las consecuencias y un par de comercios para usuarios de marihuana, bonitas tiendas de ropa y restaurantes económicos, … y turistas, o viajeros como yo, que vamos a oler lo que allí pasó y que nos vestimos de color a la espera de encontrar flores y nos damos cuenta de que hacemos el mayor de los ridículos porque toda la fauna que descansa, que se coloca en el Golden Gate Park viste de negro. Verde y negro son los colores de ese jardín. Verde la hierba y negra la ropa de sus habituales. Para un día que dejo mi vestuario azabache en casa, meto la pata y me siento observado como una rara avis. Pero ha valido la pena.

Traspaso de frontera
Diría más, ha sido un gran acierto porque he roto un tabú interior que me estaba persiguiendo desde hace un par de años: he entrado a una tienda de ropa y no me ha comido nadie. Sí, lo que ois, me he comprado dos camisas guapísimas, verano look. Me hubiese comprado media pañería. Nada de negro. He entrado sudando, angustiado, como me suele ocurrir cada vez que penetro una boutique, zapatería o similar, pero he salido sano y salvo con dos trapos que van a crear sensación de aquí a la eternidad. Y no ha acabado todo ahí, también he preguntado, en una zapatería, por unas sandalias, preciosas, hechas para mis pies, y para los ojos de otros, pero eran demasiado caras. No importa, encontraré otras. El tabú está roto. Sólo me quedan unos pantalones, que eso sí que me acojona, los más nuevos que llevo puestos tienen ya cuatro años, mi último intento fue éste último otoño, visité como una docena de tiendas, y empujado; a la tercera ya me hubiese ido a casa corriendo. Fue tal el estrés que me produjo, que me tuve que meter a la cama. Ya sé que suena increíble, que nadie se lo puede imaginar pero es real. Lo prometo. Tengo testigos.

Lo mejor de San Francisco 2007
Parece ser que hoy la cosa va de prensa. La revista semanal de ocio sfweekly saca todos los años por estas fechas su particular anuario de lo mejor de SF, lo divide en cuatro secciones (gente y lugares, deporte y recreo, tiendas y servicios, comer y beber, y por último arte y entretenimiento) y entre esas categorías entra por ejemplo el mejor lugar para jugar a ping pong, o el mejor para hacer el amor al aire libre, o dónde leer un diario deportivo o un masaje en diez minutos, sin olvidar el mejor sushi o el mejor burrito, pero para mi lo más interesante no es si este lugar o ese otro, sino otras dos cosas: primero la concepción de este especial en blanco y negro en la cual no hay ni un sólo sitio que aparezca en las guías ni en los folletos dedicados al turismo y segundo la absoluta independencia respecto a la publicidad, que hay mucha, y que aparece a todo lo largo de la publicación.
Mi pregunta es, qué es lo mejor de una ciudad lo qué viven sus ciudadanos o lo que tenemos que ver los turistas, Es posible unir esos dos elementos. No tengo respuesta porque cuando viajo me interesa tanto el puente de Golden Gate como saber la distribución del mobiliario en sus casas. Me ha encantado montar en esos preciosos funiculares de principios del siglo 20 pero me hubiese excitado mucho más saber por qué el cuerpo de bomberos es una fuerza tan dominante que aparece en cualquier momento y ante cualquier situación haciendo sombra a la policía y a las ambulancias. ¿Qué policía, dónde está la policía? He visto museos, he recorrido calles emblemáticas, he visitado parques, puertos, he paseado en bicicleta, donde hay turistas y donde no, me he colado en la exposición de fin de curso de la Escuela de Artes de SF, he asisitido a un concierto al aire libre, me he mezclado cn los gays, pero me he quedado frío, ajeno y han sido cinco días muy tristes. Demasiado. No he disfrutado una ciudad que tiene de todo… Me han quedado muchas respuestas por conocer. He leído todos los días el periódico, pero hay cuestiones que sólo se entienden cuando existe una comunicación, una comunicación verbal. Y más en primavera cuando todo huele a salir de casa, cuando las gentes toman las calles y tú (yo) no tienes con quien hablar. Hay gente que no lo ha entendido, como una lectora, ¿amiga?, SEU (seudónimo), que se ha molestado porque no he contestado raudo y veloz a un email con música que me había enviado. Sin entender que no podía contestar, que además sus canciones, preciosas e intimistas, Cat Power, aún me hundían más en mis estado "Hopper". Le he prometido respuesta, pero por ahora me ha castigado… Bueno, que me despisto.

La segunda cuestión que me ha gustado del semanario, teniendo en cuenta de donde vengo, el mundo de la prensa y la comunicación, es la independencia de criterio a la hora de hacer esa evaluación. Lo mejor… son cosas pequeñas, cercanas al ciudadano y distantes con esa ley no escrita en prensa de "hablo de tu local y me pones un anuncio" ¡Que puta mierda es esa! Sin criterio alguno. Humo, puro humo. De verdad es qué no es posible hablar de las cosas de la vida sin estar pendientes de que te pongan un anuncio. Yo creo que sí, y el sfweekly me lo demuestra. Si vendemos independencia vendemos calidad, y si está bien facturado, bien envuelto tendrá resonancia y eso traerá la publicidad. ¡¿Es tan difícil de entender?! Cómo nos podemos creer cuando hablamos de una escuela de idiomas, de unos pantalones o de un coche cuando tres páginas más adelante está el anuncio a toda página de "¡cómpreme!" Yo personalmente no me creo nada y cada día menos. Así me va.

Quisiera volver a SF, pero no así, no sólo. Me ha quedado una cuenta pendiente con esa ciudad. No ha sido su culpa, ella es hermosa, seductora y pícara; inteligente y devota con la creatividad, y parece buena, no se ve violencia ni agresividad que destaque ¿policiá, dónde está la policía?, aunque muchos de sus hijos vivan y duerman en la calle. Eso sí, nunca podré vivir en ella, hay un elemento superior a mis fuerzas, que entra en la bahía por el puente y que me hace perder los nervios, me vuelve loco. El viento. Un aire que según va avanzando el día va aumentando su presencia y que se va metiendo en la ciudad y dominándolo todo. Pero ese es mi problema: el viento y yo no somos buenos amigos.

martes, 22 de mayo de 2007

San Francisco, la puerta dorada de occidente

Entré mal. El autobús me dejó en Market Street. Puro centro. Anduve unos metros hasta mi hotel y a los mendigos había casi que saltarlos para avanzar. Mal rollo. Llegué al hotel. Entre la sexta y la séptima avenida. Antiguo. Vende "el charme de un viejo hotel europeo". Que puedo esperar si he pagado 46$ por internet, aunque en recepción pone 80. Ningún hotel de esta ciudad baja de esa cantidad. Check in. Subo, entro. Me siento como un cuadro de Hopper, en soledad, resignado, aislado: muy bonito de ver, muy duro de vivir. Ducha. Correos. Calle. ¿Dónde estoy?" Borrachos, mendigos, locos Crackeros. Negros, blancos, asiáticos. A decenas. No es broma.
Según un empleado del hotel, italiano de nacimiento, con "31 años y medio en cada pierna" y que llego a los 19 a esta ciudad antes no era así, antes los policías eran los irlandeses y los italianos los delincuentes y cada uno sabía su papel, había respeto, "ahora todo es basura socialista". "No quieren trabajar, todos ellos han nacido aquí, no veras a un mejicano o a un vietnamita tirado como estos cabrones" afirma sin cortarse.

¿Quién vive aquí? Una ciudad cosmopolita
Gente, mucha gente, así son las calles de SF, siempre llenas y es que es la ciudad de EEUU. con mayor densidad de población después de Nueva York, pero sólo el 55% son realmente "blancos occidentales" el resto es un crisol de nacionalidades siendo la más numerosa la china con casi un 18%, seguida de la hispana con un 12%, el resto muy repartido. Estos datos deben imprimir un carácter muy especial a una ciudad que una estancia de cinco días difícilmente puede descubrir. Si además añadimos que es un destino turístico por excelencia provoca que sus calles posean un gran colorido. Siempre hay algo, siempre pasa algo.

¿Dónde están los yanquis?
A los españoles en general nos domina un gran sentimiento antinorteamericano, hablamos de los yanquis con desprecio, influenciados evidentemente por el poder de este coloso, por las barbaridades de sus mandatarios y por el tipo de americano que aterriza en nuestras ciudades y playas. Los identificamos a distancia: esa cara de bobalicones, bastante horteras vistiendo, con pantalones cortos a cuadros y su eterna gorra de béisbol. Y claro nos equivocamos, porque llevo dos semanas en los Estados y no los veo, no los encuentro. Sí, alguno se distingue entre tantos. Los hay, los he visto pero sobretodo lo que he visto es americanos (estadounidenses, ya lo sé, pero es tan larga) de a pie, de pelo largo y corto, con sus vaqueros y camisetas como tú o yo, horteras y elegantes. Gente a la que amarías u odiarías cada día que sales a trabajar en tu ciudad. Por eso es bueno viajar, porque se diluyen exponencialmente los prejuicios que tenemos sobre otros pueblos. No he conocido a nadie, lamentablemente. Todo lo opino por observación: la perspectiva del mirón, pero sé que ha habido mucha gente que hubiese deseado hablar, saludar e incluso besar.
En muchos momento sé que estoy en los EEUU porque hay alguna, muchas, banderas que me lo recuerdan, de lo contrario podría dar la sensación de que estoy en cualquier otro lugar maravilloso del planeta. Es como si cuando viajan los españoles en grupo y casualmente ese grupo son ellas con mechones y ellos con castellanos pudieran pensar los habitantes de los países visitados que el resto de los españoles somos iguales. Pues no. Gran error. Sé que esto es muy simple y que hay dos mil pequeñas cosas que nos dicen que nos informan que estoy en el Imperio, pero creo que se entiende lo que quiero decir.

Y la coca cola, qué
Pues lo mismo, casi no la veo, quizás en otros Estados sea diferente, no lo sé. La Pepsi,sí, pero también menos de lo que uno pudiese imaginar. La gente bebe litros de café y té. Limonadas, cerveza y aquí en California vino (lo del alcohol es un tema que no acabo de entender, en cada Estado hay una normativa diferente respecto a las restricciones. En California, más aperturista, únicamente no dejan beber a los menores de 21 años. Más de un vez me han pedido el carnet (I.D) para demostrar mi edad, ¡con mis canas y arrugas!

Y las hamburguesas?
Las hay, palabra y los fish & chips, pero no creo que haya lugar en el mundo (y hablo por Vancouver, Seattle, Portland y aquí) donde haya tantos restaurantes japoneses, chinos o mejicanos. Siempre están llenos. Aquí se come de todo, pescado, marisco, cerdo, pollo y vacuno. Más que los reyes del fast food, son los reyes en la creación de conceptos para la exportación. porque… qué es comerse un bocata más que la versión clásica española de la comida rápida, es decir, fast food.

Muchas ciudades en una
San Francisco, Frisco, para los amigos, es bonita. Hay cosas que ver, mucho que ver, (una de las razones, ha habido otras también, de mi retraso en las entregas ha sido pensar que no daba a basto con todo) te puedes tirar una semana tranquilamente sin parar de hacer cosas. Portland, a pesar de lo que me gustó, es una etapa intermedia, para no hacer nada, descansar y mirar. Aquí no, aquí el cuerpo te pide ir de un sitio a otro. Caminar, subir una colina, bajar otra colina –cuarenta, me comenta una lectora–, coger el tranvía, darte un paseo en bici por los kilómetros de parques que posee o realizar una escapada a los alrededores, puro lujo. Tiene museos–el SFMOMA (Museum of Modern Art of San Francisco), un buen cofre con magníficas joyas en su interior–, tiene una buena escuela de diseño, tiene muchos barrios con sus particularidades, chino, italiano, gay, hippie, yuppi, de todo, con una caracteristica común la belleza de sus casas, a cada cual más bonita, a cada cual más cuidada, las "painted ladies" las llaman a estas pequeñas mansiones de estilo victoriano levantadas, no hay que olvidarlo, por obreros irlandeses en los años 30. Y el puente del Golden Gate, verdadera puerta al Oeste de la bahía de SF. Lo domina todo y lo cuidan como a un niño pequeño: Es majestuoso a la par de sencillo, no tiene ninguna complicación pero eso mismo lo hace esbelto: pura ingeniería, pura belleza como a mi me gusta.

Mañana o pasado: El verano del amor. La materia de la que están hechos los mitos