sábado, 15 de diciembre de 2007

Manaus: la banda de Armstrong. Historia de una estafa

Salí medio dormido del autobús, agarré el equipaje y con el bombero inglés que había conocido en el trayecto nos encaminamos hacia un taxi, íbamos al mismo albergue. Un tipo, el sobrino (1) nos abordó: hotel? tour? No, gracias, ya tengo reserva. Creo que no, me dice, ha llegado un grupo de alemanes y está lleno. Me la han vuelto a jugar, pensé, como en Cartagena. Seguí emperrado y con el taxista que cogimos, el manco (2), acordamos el precio y le pedimos que nos llevase al Hostel, se hacía el longuis e insistía en llevarnos a otro hospedaje. Dan, el inglés, y yo, enfadados, persistimos. El conductor, contrariado, llamó por su móvil. Me lo pasó. La voz lejana hablaba español e inglés, nos aclaró que el albergue estaba lleno y que seguramente administración no había contestado mi email por exceso de trabajo, que él nos aconsejaba otro hotel de precio similar y que más tarde se pasaría para darnos explicaciones. Le creí, le creímos. Y le agradecimos su esfuerzo.

Pensao Sulinda. El escenario
Tras los trámites formales y un café de cortesía, llegó la voz lejana, Armstrong (3), el jefe, bien vestido, camisa blanca a rayas, limpia y planchada, pantalón de tergal, zapatos de calidad y carnet de agente turístico colgado del cuello. Su nombre nunca lo supe, lo va cambiando según las circunstancias, me informaron días después. Me presentó sus disculpas. También me ofreció sus servicios turísticos, haría lo mismo más tarde con el inglés. Parecía serio, decente. y yo estaba encantado, el primer día de estancia y ya iba a resolver todo sin tenerlo que buscar por la calle, que según la Lonely Planet, está llena de chorizos. Contraté una excursión de día completo para ver el Encuentro de las Aguas –donde se juntan el Amazonas Negro y el Marrón– , un paseo por la selva y la visita al lago Victoria, con comida incluida, de 9 a 6 de la tarde. Perfecto. Además apalabré el barco hacia Tabatinga, salida miércoles a las seis de la tarde, me recogerán a las 4, casi siete días de viaje, río arriba, frontera con Perú. Dado los dos servicios le pedí un descuento. Accedió.

Amazon Jungle Tour, la agencia. El pago en efectivo
Salimos de la Pensión, charló con uno, el largo (5) que vería los siguientes días varias veces a la caza de turistas. Nos dirigimos hacia su oficina, allí estaba el indio (6) y un joven (7) con cara de buen chico. De camino llevó al bombero a una lavandería. Nos mostró su catálogo. No aceptaba tarjetas, sólo cash, el indio me acompañó al cajero. Pagué y me dio un recibo en el que constaban los servicios contratados:excursión de un dia y pasaje hasta Tabatinga en cabina con comida incluida. Me fui contento y le dejé con el inglés. Me di un paseo por la ciudad, visité el puerto, comí algo y ya de vuelta a mi residencia me encontré a Armstrong acompañado de otros miembros de la banda, ¿Te acuerdas de éste? me preguntó, Sí, claro, el que me abordó en la estación de autobuses. ¿Te apetece una cerveza, siéntate con nosotros? me animó; no gracias, quiero dormir algo. Ok, hasta mañana, se despidió.

Domingo de sospechas
Me vendrían a buscar a las 8.45, antes desayuné y me tropecé con el bombero que me dijo haber estado en el albergue y que era mentira lo de que estaba lleno y que no había llegado ningún grupo de alemanes. Ya empecé a sospechar de todo. Pasó la hora y no venían. A las 9.30 aparece uno nuevo, el gordo (8) me lleva a otra pensión donde está el jefe con su niña de cuatro años, además hay otro tipo, el socio (9). Me dicen que hay cambio de planes, que salimos a las 10 y que regresamos a las 15, les digo que no, que he contratado otros servicios y que si es así me devuelvan parte de la plata. Discutimos, pero recupero 40 reales. Además le increpo que me ha engañado con lo del hotel, mi mira contrariado e intenta defenderse, a pesar de lo oscuro de su piel noto su sonrojo: le había pillado.

La estafa
Después de la excursión vuelvo al hotel, conozco a un peruano y platicamos. Conoce la ruta hasta Iquitos, Perú, al dedillo. La realiza de una a dos veces al mes: no hay ningún barco que salga a las seis de la tarde, los dos que salen, el Vogager IV y el Fenix lo hacen a las cuatro de la tarde. Me sulfuro. Pasé el resto de la tarde en un ciber y por la noche me acerqué al albergue dando un rodeo para evitar a los malos, le cuento la historia a Ricardo, el encargado del Hostel, y me sugiere que vuelva al día siguiente a las 8.30 que vendrá un agente del barco para vender un boleto a una inglesa. Ya di la plata por perdida, 500 reales a la basura, más la compra de otro billete.

Lunes de resolución
Allí fui, clavado a la hora, en el camino me encontré con el jefe, en la otra acera, nos saludamos efusívamente y me recordó que estuviese preparado el miércoles a las cuatro de la tarde. Lo estaré, le contesté con una sonrisa. Me tomé un café y al rato llegó Andre que me reconfirmó la estafa: mi recibo no servía para nada. ¿Qué hago? ¿Denuncio? ¿Intento recuperar la plata? ¿Voy solo? ¿Y si me rajan? Son muchos, nueve por lo menos, y estoy perdido en una ciudad extraña con una policía corrupta. No sirve de nada denunciar, me había dicho Ricardo. ¿Qué hago? Le pregunté al del barco si me podía acompañar, que tenía miedo. Aceptó y le prometí 50 reales si conseguía que me devolviesen la plata.
En la puerta estaba el primo, dijo desconocer donde estaba el jefe, le amenacé y después de una llamada me indicó que subiésemos. Allí estaba el Gran Hijo de Puta, se asustó de verme acompañado, le llamé de todo y no tardo en devolverme casi toda la plata. Se quedó con 50 reales por su trabajo, me dijo, el muy cabrón. Todo en cinco minutos. De vuelta al albergue, donde más tarde me trasladaría para pernoctar los dos días restantes, le di a Andre la plata prometida y le compré el billete del barco.

El resto de días fueron de absoluta paranoia persecutoria: miraba constantemente hacia atrás, cambiaba de acera o me paraba sin motivo y buscaba rutas alternativas: temía la venganza. Me dejaba acompañar para ir al cajero o para ir al teatro. En fin, no han sido unos días relajados en Manaus, sólo cuando zarpó el barco respiré tranquilo.

2 comentarios:

azuvil dijo...

un viaje así, y sin que te vendan la selva a buen precio?
y lo cuentas, lo cuentas tan bien que quiero saber que pasa con la vida de Armstrong, el gordo, el sobrino.... la película que estabamos buscando: AMAZONAS CASH.
En blanco y negro porfa

Anónimo dijo...

ese armstrong es famoso por estafar a los turistas, hace lo mismo con todos!!!
cuidado!! tambien te pide que le dejes tus documentos por que en la selva es muy peligrosa (y es mentira) y luego hace mal uso de tus documentos!!