sábado, 3 de noviembre de 2007

Medellín 1, orgullo de los paisas

No sé por qué me está costando tanto escribir sobre Medellín. Lo pospongo y pospongo. Creo que porque no encuentro el tono. Apenas estuve solo. Lo pasé muy bien, conocí a muchos paisas, me invitaron a sus casas, comí con ellos, en cada visita a la ciudad estuve acompañado. En Medellín me acogieron, me dieron calor humano y estuve en el hotel más divertido y desenfadado de todo mi recorrido, Casa Kiwi. Sin embargo me cuesta. Medellín, entre cerros, a 1.538 msnm, la eterna primavera.

Sus ciudadanos quieren conseguir que sea la mejor ciudad del mundo. Se lo curran, están en ello. Aún queda mucho: hay grandes bolsas de pobreza (cuna de sicarios) que rodean todo el centro. Hablan de ella con admiración, orgullo. Se derriten cuando alguien de afuera les dice que es bella, limpia y moderna. Con una red de bibliotecas, acojonante, extensa y en unos edificios que se te ponen los dientes largos, envidia se llama. Tiene plazas, cafés y parques. Hay mucho arte por la calle. Medellín merece más días de los que estuve, o mejor aprovechados.

La desconfianza a veces es negativa
Vengo de Centroamérica donde he invitado a lo que fuese a todo bicho que he encontrado, tres meses pagando por lo mío y por lo de otros, es mucho; pero a veces es así, y qué le vas a hacer. Salvo en Managua, con JE y AL, y un chileno-candiense que me regaló una cerveza en SJdS y que correspondí con un abrazo: ¡después de seis semanas alguien me invitaba a algo, no lo podía creer! Todo esto viene a cuento porque cuando conocí a los que conocí en Medellín pensé cuándo vendrá el palo, cuándo y cuánto tendré que pagar. Me equivoqué, hasta el fondo.

Omer y Pilar, compañeros de vicios
Fue llegar al hotel y acogerme. Así, rápido. Instalarme, bajar a fumar un pitillo al "aeropuerto" y listo. Nos entendimos. En un principio desconfiaron, son jóvenes, y un señor en un hostel, ¡Uhm, raro! Sólo fue eso, luego me enseñaron cómo utilizar una pipa de agua, y ya, listo! Un pelao –gracias Omer–, de 24 años me enseñó nuevas técnicas.
Omer, 24, está enamorado, de Pilar, la quiere con locura y ha vuelto de Israel por segunda vez para encontrarse y amarse en Medellín, en el hotel que resido. Pilar es colombiana, artista, también enamorada, buena paisa, cerca de los treinta y de charla agradable. Confiscada en el país por pecados de otros. Se tuvieron que separar durante mi estancia, y también fue dolorosa: él, regresaba a casa para estudiar y ella no lo podía acompañar. Se comunican por Skype.
Con ellos me acerqué a la noche medellinense en el Poblado, zona noble de la ciudad. Visité la casa de Pilar en Envigado, barrio donde creció Pablo Escobar; comí en casa de un pintor amigo suyo y disfrute de la estancia en el aeropuerto del hotel.

Casa Kiwi, el hotel más divertido
Desde que abandoné los EEUU no había vuelta a estar en un hostel. Y aquí recalé y qué bien hice. El primer alojamiento que recomiendo, creo, a parte de Tawa Tawa en Honduras. Un hotel para mi, como yo, vicioso, dejado, entusiasta con lo que le pone. Cercano, en ningún otro alcancé tanta confianza, ni hablé tanto con el personal. Gentes de todos los lugares. Mucho israelí. ¿por qué les gusta tanto a los israelies Colombia? Lo lleva un equipo joven y su alma es un gringo neozelandés, Stefan ¿?, viajero, se ha hecho la panamericana en moto; DJ, los fines de semana pincha en su propio hotel; y sobretodo simpático y permisivo, contagiado de la rumba colombiana. Mil cosas se podrían contar si no fuese porque no sabes quién te lee y las consecuencias que puede tener sobre terceros lo que aquí yo escriba. Por ello debo callar. Pero si vais no dejéis de visitarlo, tanto dormitorios compartidos como habitaciones independientes.

¡Qué no pare la rumba!
Fue en un concierto. La niña pidió subir al escenario y poder bailar. Se dice rumbear a ir de fiesta, a celebrar, bailar y emborracharse. La música no falta, allí donde vayas en este país. No se cortan por el ruido. ¡Qué suene, qué suene y no pare! Carros, busetas, comercios, estaderos o refresquerías. Sale por las ventanas, por las puertas. Para ellos es tan importante como respirar: se lo quitan y se mueren. Lo mismo que el baile, desde niños mueven las caderas, los pies, las manos, tienen su cuerpo educado. Conmigo lo han intentado: un desastre. Es como intentar a andar en bici con 50 años, pues te caes.

2 comentarios:

Melrose dijo...

Hola! me he encontrado este blog por casualidad y sabes me gusto la perspectiva que te llevaste de medellin


si soy de la tierra de la eterna primavera, estoy muy orgullosa por que viste a mi ciudad con buenos ojos, no como lo hacen la mayoria de los viajeros, que lo hacen con aires de la "tierra de pablo escobar" que solo servimos pa´ ofrecer drogas alcohol y mujeres bonitas....


bueno un saludo y espero que vuelvas pronto

Jorge Bonilla dijo...

Gracias Melrose,

si has leído un poco más sobre Colombia verás que me enamoré de tu país y de sus gentas.

Saludos